El viernes 9 de marzo la Sala Garaje Beat de Murcia presentaba un aforo indiscriminado de gente adolescente ante el cual me sorprendí. ¡Yo venía a un concierto de screamo y post/hardcore, esto está demasiado masificado! Poco tardé en darme cuenta de que no asistíamos al mismo concierto; aquella panda iba a asistir a la sala grande de esta misma Garaje, a un grupo del cual vi el nombre en un cartel y del que ni me acuerdo. A otros nos tocó congregarnos en la sala pequeña y, aunque fuimos pocos porque el aforo es limitadísimo, fuimos bastante matones.
Abrían la noche Néboas, grupo que mezcla procedencia murciana y alicantina. Nos iban a ofrecer una mezcla de screamo, post-hardcore y neocrust, todo ello aderezado y acompañado de una predominancia de acordes menores, ritmos que iban desde los blast beats hasta beats muy pesados y una voz que variaba entre screams y guturales, la cual me pareció lo más destacable de los de la Vega Baja. Se echó en falta un metrónomo en las partes más pesadas puesto que, y así es como lo pide su música, deben ir acompañadas de una delicadeza que te van pidiendo los mismos acordes, cosa que no consiguieron clavar del todo. No hay nada más que echase en falta; se les ve un grupo con unas ideas muy buenas pero quizá falten horas y metrónomo para condensar unos temas que, insisto, tienen muchísima chicha y potencial para romper unas cuantas almas.
Los siguientes en saltar al no-escenario fueron los capitalinos Svdestada. En ellos se apreciaba un post-hardcore mucho más crudo que con los primeros; más saltos entre unos ritmos y riffs que se mostraban punzantes y que apenas te dejaban tomar aire hacia el siguiente. Las melodías que desarrollaron me parecieron geniales durante prácticamente todo el transcurso del concierto. Si bien la voz me pareció un tanto plana en ciertos momentos, supieron mostrar carisma y cercanía con los allí confinados. Otro aspecto a destacar de este grupo es lo bien que se les da ser machacones y la gracia que tienen para elaborar unos cambios y estructuras que llamaron poderosamente mi atención. Como guinda, decir que me sonaron muy Converge a ratos y eso es síntoma de calidad.
Remataban la faena Boneflower, cabezas de cartel. Es curioso el fenómeno que se formó; lo primero que llamó mi atención fue la presencia de las lámparas en sus directos y el cómo algo que parece tan banal puede darte tantísimo juego, aunque nos costase cerca de 10 minutos de apagón en la sala. También llamó poderosamente la atención que, y creo que todos los allí asistentes coincidirían conmigo, fueron los que peor sonaron de todas las bandas en una sala en la que, siendo justos, sus paredes de piedra la hacen imposible de ecualizar medio decentemente, logrando un sonido algo mejor que el de un local de ensayo. Digo todo esto porque son un grupo que demostró no importar las condiciones, en las tablas son uno y tienen clarísimo cómo se tiene que desarrollar su música. Y se notó. Pese a todas las carencias de sonido y comodidad, vimos a un grupo en su salsa, disfrutando, dejándose la vida, el alma y la voz para conmocionarnos. Y lo consiguieron. Lograron transmitir una vibración que se contagió a, diría, todos los afortunados que estuviésemos en esos poquitos metros cuadrados. Voces, riffs y ritmos se clavaban como un puñal en el corazón, a ratos se hacía difícil no llorar ante tal torrente de música y emociones. Los temas se desarrollaban lentamente, sin prisa alguna, pero desprendían dinamismo y originalidad a raudales y fueron muy bien ejecutados por los tres integrantes. Repito: creo que la palabra idónea para definir los directos de Boneflower es magia. Se les da bien, lo tienen controlado y se nota. Deseando volver a disfrutarlos.