El pasado miércoles no fue un día cualquiera. Cientos, quizás miles de personas sabíamos que la noche preveía una severa descarga de rock argentino en la capital y así fue.
No todos los días una banda tan legendaria como La Renga pisa el Wizink Center con un show como el que vivimos.
Y es que el Rock en Argentina se vive de otra manera. Ya un par de horas antes del concierto, los aledaños del recinto se abarrotaron de gente que cantaba y coreaba los clásicos de una banda cuya trayectoria cruza más de 30 años. Una improvisada banda amenizaba en acústico algunos de los temas que sonarían más tarde arropados por cientos de exaltados seguidores cuyas banderas ondeaban al viento como estandartes ante una batalla aún por comenzar.

Puntuales como un reloj, Chizzo y compañía arrancaron un show que no se anduvo con chiquitas.
Es difícil elegir la primera canción en un show de más de 2 horas, tiene que tener esa pegada que llame la atención del público. Eso no cuesta tanto cuando forma parte de los clásicos de La Renga, en esta ocasión las guitarras de Buena Pipa fueron las elegidas para golpear como una bofetada de rock a un público que ya estaba metido en el bolsillo de la banda. A partir de ahí, no hubo tregua y fueron saliendo una tras otra, canciones como Tripa y corazón, la potente A tu lado que entra como una apisonadora y no se olvidaron de dar un repaso a clásicos ya casi olvidados como A la carga mi rock n roll, posiblemente uno de esos temas que entran en tu sistema nervioso como una descarga eléctrica.
Siguieron el goteo incesante de grandes canciones con Motoralmaisangre, recogiendo el espíritu motero de Totalmente poseídos y cuando todo Parece un caso perdido La Renga nos acogió al ritmo de su Corazón Fugitivo.

El trio que forman Chizzo a la guitarra y voz, con el respaldo sonoro de Tete al bajo, cubriendo cada hueco libre, siempre apoyados en la batería de Tanque es sólido y cuando aparecen los vientos de Manu Varela con esos solos de saxo tan del rock americano dan como resultado una catarsis sonora
Tocaba presentar temas de su último trabajo, y Ese lugar de ninguna parte demostró que tiene calidad de sobra para transformarse en himno clásico en los próximos años, después sonarían Cuando Vendrán, Bien Alto, o En la baquina de algún lado, con ese aire más tranquilo que supo liberar la presión acumulada en el Wizink Center de Madrid durante un tiempo efímero, antes de meternos en El ojo del huracán.
No podía faltar el turno de la belleza que es La balada del diablo y la muerte, todo un clásico entre los clásicos de la banda, posiblemente la balada más cruda que nos dejaba la noche.

No había tiempo que perder, y llegó el momento de disparar otra gran canción como es El baldío. Su potente intro con wah wha y batería dio paso a una de esas canciones cuyo estribillo se adhiere a tu genoma y te revuelve cada vez que suena.
No solo de clásicos vivió la noche, y era el momento de rendir homenaje a través de Buena ruta hermano, por aquellos que tristemente ya no están y que siempre acompañan, justo entonces surgió La oportunidad oportuna para deleite de los presentes.
Si hay algo que acompaña a La Renga es su ideario, mucho más allá de lo que aquellos que no saben mirar más allá de su ego y eso quedó claro cuando arrancaron con El revelde, si con V si hay rebeldía de nota desde el principio, todo un clásico que da gusto revivir una noche más.

La noche parecía no tener fin, la descarga seguía con El juicio del ganso, dando paso a El rey de la triste felicidad y, por mucho que se manipulen hay canciones que son emblemáticas y están por encima de todo, eso ocurre cuando Chizzo se decide a meternos en pleno Panic show a plena luz del día, el Wizink responde, está claro que esto no es baladí, La Renga ha venido con todo y no van a ceder terreno.
Para calmar un poco la descarga, comienzan con un aire de reggae El viento que todo lo empuja, pero poco dura la cosa, el rock fluye en el wizink como un torrente desbordado.
La nostalgia se apoderó de la sala cuando arrancaron los primeros arpegios de La razón que te demora, el final ya estaba cerca pero como bien recordaron El final es de donde partí.

La noche parecía acabarse con un regusto agridulce, cuando volvieron al escenario para meter una última ráfaga de grandes canciones. En esta ocasión fueron los bises elegidos Desnudo para siempre, todo un himno de la banda, acompañado de la potencia de Oscuro diamante y, como no podía ser de otro modo, cerraron la noche Hablando de la libertad mientras en las pantallas mostraban imágenes de lo que habíamos vivido apenas 3 horas antes en los alrededores de la sala, y es que La Renga es agradecida con su público como su público es devoto de esta banda.
Al final, tras más de dos horas de concierto, La Renga decían adiós a la capital por ahora, dejando tras de sí uno de los mejores conciertos que hemos vivido en mucho tiempo.







