Puede que para un consumidor asiduo de conciertos como lo soy yo, el directo de Mother Mother el pasado sábado en el Vistalegre no fuera, a primera vista, nada espectacular. Pero pienso que aquel show probablemente fue el primero de muchas de las personas que estaban en el público; un público que rozaba la mayoría de edad con suerte y que por la emoción en sus caras –y los gritos y cómo coreaban los temas junto al grupo–, ese momento se convirtió en un recuerdo preciado y, también, una lección de vida.
Mother Mother lleva casi más de 15 años haciendo música. Con 9 discos de estudio a sus espaldas –el más reciente, Grief Chapter, publicado hace nada–, lo habitual para un grupo con semejante trayectoria es tener una fanbase bastante asentada y de cierta edad. Pero estamos viviendo tiempos distintos –y extraños dirían algunos– y las redes sociales pueden hacer explotar cualquier cosa, como les pasó a los canadienses con su canción Hayloft. Así consiguieron llegar a un público muchísimo más joven e influenciable. Y creo que esto lo tienen muy en cuenta, sobre todo a la hora de plantear un setlist y de cómo enfocar la actuación, priorizando temas reconocibles e intentando transmitir una narrativa que creo que es importante, sobre todo para las nuevas generaciones.
Con cero parafernalias y un juego de luces sencillo pero efectivo, sobre el escenario hicieron un repaso por su larga trayectoria musical y nos regalaron 19 canciones donde consiguieron encajar dos homenajes –Where is my mind de The Pixies y Video Games de Lana del Rey– además de un medley acústico. Apostaron por comenzar igual que abren su último álbum con Nobody Escapes, entrando primero al escenario Molly y Jasmin con sus voces en perfecta sincronía y después el resto del grupo. Sin pausa, continuaron con Arms Tonite y Hayloft II, que llenó de energía la pista a medio llenar del Vistalegre. Me sorprendió muchísimo la maestría vocal de ellas, donde sus voces armonizaban sin esfuerzo y sonaban limpias y contundentes. Pensé entonces que esa madurez, donde el talento y la experiencia han consolidado el sonido casi perfecto del grupo, ha pasado bastante desapercibida entre el público general y que es una lástima porque Mother Mother gana muchísimo en directo. Algunas de las canciones de la primera mitad del concierto me resultan algo insulsas en sus versiones de estudio, como me pasa con Problems u Oleander, pero sobre el escenario te contagian su vitalidad y se viven de otra forma. Antes de llegar a la segunda parte del setlist, Ryan presentó la siguiente canción como la primera que escribió para que cantara su hermana. Sleep Awake fue un momento muy bonito, de vulnerabilidad compartida, donde el público sacó las linternas de sus móviles para acompañar los versos.
Para mí el highlight vino con el medley acústico y no tanto por lo que tocaron o cómo si no por lo que dijeron. Pusieron el foco en lo importante que es tener un lugar seguro para sentirte tú mismo, crecer y poder expresarte; y eso consiguieron crear en el Vistalegre, donde un montón de chicas y chicos jóvenes que probablemente se hayan enfrentado a situaciones complicadas –y las que les queda– vieron en sus palabras algo a lo que aferrarse, una especie de consuelo. Además de ser un excelente comunicador, Ryan demostró a la voz y a la guitarra el gran talento que tiene como frontman y que poco tiene que envidiarle a sus compañeros. La mezcla de estribillos de Dirty Town, Neighbour y Wisdom nos dejó saborear lo mejor de cada una antes de pasar con una de mis preferidas: Ghosting, donde el público se unió para corear desde las primeras líneas. Fue antes de tocar Wrecking Ball que volvió Ryan a interpelar a los asistentes llamándoles “soñadores”. “Wrecking Ball es una canción sobre romper con todos los bloqueos cuando eres un artista, sobre creer en ti mismo.” Con toda la fuerza de los que estaban en la pista y los que desde las gradas hacían notar su presencia, consiguieron que todo el mundo cantase el empoderante “just because I can”.
Verbatim y Hayloft cerraron la noche –antes del obligatorio bis– con el chute de energía necesario, demostrando que son de sus canciones más populares por algo y es que suenan tan bien que es muy difícil distinguir el directo de la grabación. Con mucho más movimiento por parte del grupo sobre el escenario –saltando, subiéndose a la tarima del batería– y también en las primeras filas, donde la gente sacó ramos de flores y pancartas, interrumpieron Hayloft para aprovechar sus acordes y tocar una versión más rockera de la popular balada de Lana del Rey, Video Games. Quizá el corte se sintiera algo abrupto, sobre todo por el contraste entre ritmos y efusividad pero el homenaje a la época de oro de Tumblr fue bien recibido entre los fans de la americana.
Abandonaron el escenario en el obligado ritual de cierre y volvieron a aparecer para tocar la canción que le da nombre al disco, otra vez de forma acústica. No es nada nuevo que el cantante explique las canciones o que se sincere con su público, pero me pareció especialmente significativo cómo introdujo Grief Chapter, una canción que no se esconde en absoluto al hablar de la muerte: “Cuando alguien muere, el mundo es diferente y nada vuelve a ser como antes, y hay un agujero enorme que llenar. Pero también es bonito porque te hace darte cuenta de lo frágil y milagrosa que es la vida, que todos estamos vivos y que todos tenemos una vida que es especial.” La noche acabó en clave de esperanza con Burning Pile, que aun con su tono algo melancólico consiguió sacarnos una sonrisa y, así, olvidar nuestros problemas.
Viéndolos agradecer al público con tanta emoción y ternura, lanzando las púas a las manos estiradas al aire y despidiéndose de un público que dijeron en más de una ocasión que era increíble, me alegré de haber estado en presencia de algo tan bonito y mágico y de aprender que los grandes conciertos no siempre vienen con fuegos artificiales.