«Cuando asistí a su concierto de despedida, no podía pensar que Ilegales actualmente fueran a atravesar uno de sus mejores momentos.»
Para un servidor cualquier concierto de Ilegales siempre será un regalo. Y más teniendo en cuenta que asistí en febrero de 2011 a lo que se supone que fue su despedida oficial, en la desaparecida (y llorada) sala Camelot de Santa Pola. Tragedias personales en el seno de la banda, dos discos ilegales – siendo Rebelión (2018) para mi el mejor que han publicado en 23 años– y un imprescindible documental después, tenemos a la banda asturiana en uno de sus mejores momentos tanto en popularidad como en calidad.
La cita la abrían unos convincentes Lord Byron and The Ambassadors, banda afincada, casualmente, en Santa Pola. El quinteto practica un after punk de esencias inglesas de muy buena factura. Gustó bastante a un público que poco a poco iba llenando la sala The One de San Vicente del Raspeig.
Un fragmento de Danza de los caballeros (de Sergei Prokofiev) sirve de épica introducción de unos uniformados Ilegales. Jorge Martínez , ataviado con camisa a rallas blancas y negras, reza: “El médico dice que todo va bien. No hay que internarme, no hay peligro ni mal. Pero estando solo alguna vez me entran ganas de matar a mamá.”. Y ante tan brutal declaración, extraída de la peligrosa Stick de Hockey, dan comienzo con No tanta, tonto, de su último LP. Le sigue el primer clásico de la noche, Hola Mamoncete, y una accidentada Suicida que dejan a medio, pues sus amplificadores dejan de sonar (aspecto que se soluciona inmediatamente). Atacan con Ella saltó por la ventana, en vez de retomar la canción que quedó a medias, lo cual percibimos como un gran acierto. Ilegales son un grupo que no te deja respirar entre canción y canción, lo cual incrementa la fiereza de su propuesta. Suena en los clubs un blues secreto me hace recordar, al instante, que su letra aborda con ironía un tema tan de boga como es el de la apropiación cultural. Y después de “joder la música a los negros”, llega el turno de Agotados de esperar el fin ese himno del segundo largo de la banda que nos pone a todos los pelos como escarpias.
Con Todo lo que digáis que somos ya empiezan los primeros pogos en las primeras filas, lo cual se calma un poco con Voy al bar, un nihilista temazo de La vida es fuego (2015), penúltimo disco publicado por la banda y que sirvió de ilusionante regreso. El norte está lleno de frío y Enamorados de Varsovia son encadenadas juntas, en el mismo orden que abren Todos están muertos (1985) y que constituye, en mi opinión, la obra culmen de los asturianos.
El bosque fragante y sombrío y Chicos pálidos para la máquina precedieron al imprescindible momento en todo concierto de Ilegales : Yo soy quien espía los juegos de los niños. Siempre es recibida con fervor por los presentes ya que Martínez la ejecuta con un feeling fuera lo común.
Ilegales – Yo soy quien espía los juegos de los niños (Sala The One, Alicante)
"Yo soy quién espía los juegos de los niños,si te despistas, estaré en tu bolsillo."Ilegales anoche en la SALA THE ONE de AlicantePronto crónica y fotos en https://www.rockculture.es/….Jorge Ilegal Ataque @Art Music Agency
Publicada por Rock Culture en Domingo, 27 de octubre de 2019
La psicobilly Si la muerte me mira de frente, me pongo de lao precedió a Ángel Exterminador, canción que para mí constituyó una verdadera sorpresa y que disfruté con verdadera devoción. La gamberra Hacer mucho ruido, la políticamente incorrecta Mi amigo Omar y la despechada Regreso al sexo químicamente puro desembocaron en Me gusta como hueles, una de las pocas canciones de la noche que Jorge Martínez presentó contando una curiosa anécdota sobre la censura que sufrió por parte de algunas emisoras de radio por abordar el tema del suicidio. Y es que, a pesar de que es una canción cuyos melódicos arreglos invitan a una escucha fácil, la genialidad de Jorge con las letras siempre hace que la gente con la piel más fina se ponga en guardia.
El show sigue con la enigmática La casa del misterio. A continuación llega el turno de la rabiosa Mundo Carapijo, también del último álbum, y de esa guarrada tan maravillosa que es Eres una puta, canción que siempre me ha parecida una genial unión entre lo mejor de Elvis Presley y The Cramps. Si no luchas te matas inaugura la recta final del concierto, justo cuando los pogos son una constante. En Soy un macarra, con la gente enloquecida, Jorge Martínez presenta a sus 3 compañeros de batalla: Willy Vijande , Mike Vergara y Jaime Beláustegui. Termina presentándose a sí mismo como alguien que “lucha consigo mismo y a veces pierde”. Siempre es un espectáculo escuchar a este mago de las palabras.
El himno Tiempos nuevos , tiempos salvajes y la meta-punk Dextroanfetamina desatan la locura en la sala. Soy un borracho, como declaración de las barbaridades que se pueden hacer un sábado por la noche de excesos etílicos, es disparada con precisión. Al igual que el rock´n´roll navajero, macarra y peligroso de Bestia, Bestia, el cual cierra, entre la demencia general, un salvaje y genial concierto.
Pero la cosa no podía quedarse así e Ilegales vuelven a salir. Nos rematan con Hombre solitario, Problema sexual y Destruye, cual 3 balas guardadas en la recámara. Jorge aprovecha para ofrecernos, como despedida, su ya clásica “bendición ilegal”, aspecto que sólo puede darse cuando él se encuentra “cargado de electricidad”. Nos marchamos realmente cargados y felices.
Fue otra noche en la que volví a sentirme como ese niño que escuchaba, a escondidas y a solas, los discos de Ilegales de sus hermanos mayores. No hay grupo en España más vibrante, eléctrico y peligroso que ellos. Siguen siendo una de las más grandes bandas de rock que ha parido este país. Y es que, cuando asistí a su concierto de despedida, no podía pensar que la banda Jorge Martínez actualmente fuera a atravesar uno de sus mejores momentos. Soy testigo de este regalo. Y me alegro por ellos pues se lo merecen.