El talento de los invisibles: Vennart y Pijn en Glasgow

EL TALENTO DE LOS INVISIBLES

La crónica de Vennart y Pijn en el King Tut’s de Glasgow

Tras la revolución industrial, Glasgow se convirtió en un motor económico importantísimo en Escocia. Llegó a crecer tanto que múltiples medidas políticas invitaron a mudarse a sus habitantes a los pueblos que forman su periferia. Desde entonces, la ciudad escocesa se esforzó en renovarse y convertirse en una ciudad muy enfocada en destacar la cultura (fue capital cultural de Europa en 1990) generada en la propia ciudad y sus alrededores. No parece que fue casualidad pues, que una banda tan importante como Biffy Clyro se formara en un pueblo a 30Km de ella y Oasis consiguiera su primer contrato discográfico tras tocar en el céntrico King Tut’s Wah Wah Hut, exactamente en el mismo lugar en el que nosotros acudimos a presenciar el concierto de Vennart y Pijn.

No ha sido baladí nombrar esas dos bandas en el artículo ya que Vennart y Gambler son los dos músicos invisibles que llevan Biffy Clyro en directo y el proyecto musical que protagonizaban en la década de los 2000, Oceansize, es, en la opinión del que escribe, una de las bandas más olvidadas injustamente de Manchester; exacto, del mismo lugar de donde son Oasis.

La noche comenzó con puntualidad a las 21:00 y los abrieron los mancunianos Pijn para presentar su notable Loss (2018). Pijn es un grupo que de momento también es un poco invisible en las islas; por poner un ejemplo; en el último Arctangent no tuvieron un concierto propio, sino que tocaron junto a Conjurer, en un concierto especial. Pijn es un sexteto poco convencional, está formado por un batería, un guitarrista y un bajista; hasta aquí todo parece normal; pero el conjunto lo completan un guitarrista que toca una Lap Steel guitar con técnicas de slide, una violinista y una violonchelista. Practican un post metal especialmente atmosférico, en el cual destacan los distintos muros de sonido por encima de riffs de carácter hard-rockero. Consiguen mediante cadencias largas y una base armónica muy contundente dejar un espacio para que los instrumentos de cuerda puedan fluir y brillar. Dieron un concierto excelente, tanto, que consiguieron callar a los típicos (sí, también están en las islas) que pagan entradas para ponerse al día con sus amigos y molestar a los asistentes. Fue llamativo que el principal comentario tras el concierto por parte del público fuera preguntarse cómo había podido pasar una media hora tan rápida gracias a Pijn, una muestra más de que habían conseguido introducir a toda la audiencia en su mundo sonoro.

Y tras los teloneros y un cambio muy rápido salieron a las tablas Mike Vennart (Guitarrista y cantante), Steve Durose (guitarrista y corista), Gambler (bajista, teclista, guitarrista y lo que le echen) y Denzel (baterista). Lo hicieron para presentar el último trabajo de Mike, To Cure a Blizzard Upon a Plastic Sea (2018). La noche comenzó con Binary, un tema perfecto para comenzar un concierto ya que evoluciona de un estilo atmosférico a un estilo mucho más disfrutón con un riff guitarrero maravilloso, y un final muy en la onda de Vennart, en la que las guitarras dibujan melodías mientras su voz, supermelódica, destaca por encima, y todo esto en 11/8. Continuaron el concierto con Sentientia, un tema mucho más directo, para caldear el ambiente de la sala y remataron el comienzo del bolo con Infatuate, de su anterior trabajo, The Demon Joke (2015).

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Posteriormente llegaría Inmortial Soldiers, una canción que podría funcionar como himno en un concierto en un estadio y Spider Bones, una canción que se baila casi por inercia, ya que tiene un estribillo muy pegadizo y una línea rítmica muy machacona. En este punto, Vennart volvería a visitar su álbum anterior con Duke Fame, un tema en el que la parte vocal se mueve en una tesitura casi de blues, y volvemos a encontrar, como ya hemos dicho, esos estribillos agudos y pegadizos en tonalidades mayores que levantan el ánimo a cualquiera.

Tras descansar un poco y retomar el aliento con Robots in Disguise, con un estilo mucho más pausado, Vennart ya no dejó lugar a la especulación y comenzó a lanzar temazos sin parar, como si se acabara el mundo, hasta el final del concierto; y solo llevábamos la mitad.

Comenzó esta sección con Donkey Kong, la mejor canción del disco para un servidor, que, aunque tiene una estructura arquetípica en el rock, el desarrollo para llegar al estribillo y la entrada de este son magníficos. Posteriormente vendría Operate, la canción más memorable del Demon Joke, y que parece mostrar los pensamientos de Vennart para volver a componer música, tras la dolorosa ruptura de Oceansize. Continuaría el bolo con Diamond Ballgag, una canción en la misma onda que Binary, pero mucho más desgarradora y salvaje en la última parte y acabaría el primer bloque con Part Cardiac, del Self-Preserved While the Bodies Float Up (2010) de Oceansize, una canción cuyo único freno es el rítmico, ya que es tan lenta como contundente; un tema que quita el aliento y te aprisiona durante 4 minutos sin poder moverte.

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Tras una breve pausa, volvieron al escenario para acabar la presentación del disco con That’s Not Entertainment, un tema muy pausado que eligieron a última hora ya que iban a tocar Friends Don’t Owe, en definitiva, una balada rock con el que podrían haber acabado el concierto de una forma realmente elegante. Pero no fue así, ya que acabaron con dos de las canciones más míticas de Oceansize (no olvidemos que Vennart, Gambler y Durose formaron parte de ella): Build us a Rocket Then… y Music For a Nurse. La primera es una canción caótica, con unos patrones rítmicos muy desafiantes (Denzel dio la talla sobradamente) y unas melodías desatadas en todos los instrumentos y la segunda es una de las mejores canciones jamás escritas, ya que consigue de forma incontestable, poner música al sentimiento de la pérdida. Es de esas canciones que demuestran que la música es el lenguaje de los sentimientos, una canción que emocionó todos los que estábamos en la sala, la mejor forma de acabar el concierto y la velada.

Tras un repaso profundo al setlist, tenemos que hablar del concierto como unidad artística global. Vennart y los suyos son monstruos sobre las tablas, y consiguen en cada bolo dotar de las canciones de novedad: mediante pequeños cambios en las melodías y en los fraseos, hacen que siempre estés atento al siguiente truco y, además, gracias a lo que se desfondan convierten de un concierto en un esfuerzo común en el que involucran al público. Han llegado a tal punto de soltura, que ejecutan las canciones casi sin esfuerzo y se centran más en expresar que en ejecutar técnicas correctamente, y eso es de agradecer, y se ve muy poco, ya que no olvidan que la música en directo tiene que tener vida, que para la música estática ya están los álbumes.

En definitiva, un placer de concierto y un viaje a Glasgow que, sin ninguna duda, valió la pena. Un viaje para disfrutar de esos grupos que no son conocidos, que son obreros de la música, que necesitan mucho más esfuerzo de su audiencia para sobrevivir, una realidad que en España conocemos muy bien, y que es una pena. En definitiva, una prueba más, si cabe, del talento de los invisibles.

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