Reseña: Moody Sake – Wilderness

Hace algo más de un año Rock Culture me brindó la oportunidad de reseñar el primer larga duración de Moody Sake: Top The Moody. Por aquellos entonces ya sabía que este pedazo de power trio era uno de los mejores grupos de la Región de Murcia; pero tras el proceso intensivo de escucha que hice en aquellos entonces me quedó claro que también eran una de las mejores bandas del país, con una apuesta musical estilísticamente muy sólida y valiente, y con unos componentes que se llevan dejando el alma en la carretera durante un largo tiempo ya.

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Ahora tengo el privilegio de volver a dedicar unas palabras a esta maravillosa banda tras la publicación de su nuevo disco, Wilderness en Noviembre de 2018. Recordemos que este es el tercer trabajo discográfico de la banda, al que también habría que sumar su EP de 2016, y que en esta ocasión ha sido grabado en Cádiz, bajo los mandos del reconocidísimo productor Paco Loco, lo cual aumenta la elevadísima apuesta que ya tienen en su haber estos tres jóvenes murcianos.

Sé que me he tomado mi tiempo, pero las obras de arte hay que degustarlas con calma y cautela; frotarse los ojos y darse cuenta que esa tremenda fábrica de riffs, fuzz, psicodelia, distorsión y absolutos temazos rompe cuellos y no tan rompecuellos, han salido de nuestra región dispuestos a comerse el país y el mundo.

Es la impresión que me da cuando pones el disco y ves que el primer tema se llama I’ve been cooling (para mí ya tiene mucho simbolismo solo el uso de esas palabras), y que te asesta la primera puñalada sonora sin ningún tipo de dilación. Un riff tremendo lleno de fuzz y doblado por el bajo; una voz lejana y distorsionada, bluesera, maldita y salida de un cruce de caminos arenoso y cálido, un groove pesado lleno de fills de batería y un interludio psicodélico culminado por un solo de guitarra aturdidor. Esto amigos, es el sello Moody. De este pedazo de tema podéis ver desde el canal de youtube de la banda, un magnífico videoclip filmado por Estudios Precolombino de Pablo Ruiz Serres.

Con I’m no good los Moody nos inyectan un poco de buen rollo en el cuerpo en una creación con matices funkies y con un desarrollo simple adornado por unos coros femeninos que terminan de redondear el ritmo bailongo que desprende el tema. Una canción que contrasta radicalmente con el primer corte del disco y que nos lleva hasta Wish I’d hate you en la que precisamente podemos confirmar que en este nuevo disco de Moody Sake se han dado cabida a nuevas referencias sonoras más estrechamente ligadas a la fusión del rock con sonidos de la música negra, y más concretamente del blues-soul-rock. Este corte empieza con unos fraseos de guitarra muy hendrixianos a los que se suma una voz y un desarrollo de la banda al estilo “Cream” o al estilo del más actual Gary Clark Jr., quién precisamente también está muy involucrado en la fusión blues-rock-soul. El devenir del tema nos lleva hasta el momento en que irrumpe ese glorioso empaste del coro soulero con la banda y que eleva el tema hasta otro escalón en un cuidado diálogo de pregunta – respuesta – afirmación entre voz principal y coristas.

Seguimos con The Pilgrim’s Pledge que cambia el tercio y nos sumerge en unos sonidos profundos directamente heredados de los 90; oscuros, fríos, sigilosos… Es posible que haya sentido por primera vez que me llovía encima escuchando un tema de Moody Sake. En un momento me había montado en el tren en Detroit y me estaba bajando en Seattle. Las guitarras y la voz me hicieron recordar instantáneamente a los Screaming Trees, aunque también a las guitarras de  Soundgarden en algún tema, y eso si, con el sello de autenticidad de los Sake.

En Wilderness, canción que da título al álbum, volvemos de nuevo a la psicodelia, sin embargo en este caso hay que hablar de una psicodelia más melódica y con un aliño sureño, que a ratos nos recuerda a los momentos más susurrantes de Pink Floyd con una voz medio hablada medio cantada a lo Roger Waters y un delicioso colchón de hammond sobre el que construir todo un imaginario de un desierto cósmico. Este universo sensacional se expande durante más de 7 minutos en Taken For Granted como una larga serpiente que recorre un desierto plagado de ecos de manera tranquila y expectante tras las vibraciones de una guitarra, un bajo y un pausado tempo de batería en lo alto de la última duna más cercana al sol. Además la guitarra sigue desprendiendo ese toque soul que tanto me está gustando en este disco; y poco a poco el tema se acelera y se desgarra hasta el éxtasis que cabe esperar durante el desarrollo de una canción de 7 minutos.

La lista la continúa Little Bird que comienza con un toque acústico con claras referencias a la “americana music” y el blues. Una vez más una canción llena de raíces que combina a la perfección los elementos que están dando sentido y cohesión a este nuevo álbum y haciendo de él un todo compacto. El toque de ‘slide’ presente en todo el tema le aporta la dureza del whisky; y la presencia de los interludios melódicos de bajos crujientes llenos de melodías variablemente distorsionadas le da el toque necesario para que aparezca el misterio del vudú, durante exactamente 5:55 minutos de nuestras vidas.

La recta final del disco llega presentada por Eight faces y Voyage. En el primero Moody Sake vuelve a mostrar la cara más funky de su repertorio con una sonoridad sucia pero bailable que nos muestra su corte más cercano al rock de los años ochenta. El bajo caminante y una batería repleta de reverb y con una caja afinada muy grave son claro síntoma de ello, aunque también la presencia de unos espaciales teclados de fondo y una forma distinta de encarar las líneas melódicas de la voz. Toda una sorpresa. Finalmente en Voyage la banda nos brinda una nueva oda a su concepto del “moody sake” a partir del cual son capaces de fusionar todo tipo de influencias dependiendo de su estado de ánimo. Voyage me rememora, con su inicio, las guitarras de tipo fingerstyle del gran Mark Knopfler al estilo del “Wild West End”, y también esa forma de cantar hablando.; pero en su desarrollo, el tema es capaz de llevarnos a otros puntos inexplorables, donde el hammond y los coros no nos permiten pensar y nos extasían de nuevo en un ciego viaje a través del universo Wilderness de estos enormes Moody Sake que una vez más me secuestran las palabras y me dejan con unas ganas tremendas de verlos en directo muy pronto.

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