Reseña: Voyager – Colours in the Sun

Voyager parecen haber dado un paso más con este Colours In The Sun para afianzarse en un estilo en el cual, si no aportan mucha novedad, han demostrado moverse como pez en el agua, reinventarse y sacar un trabajo la mar de entretenido.

De la mano de Season Mist llega el nuevo trabajo de la banda australiana de metal progresivo Voyager: Colours In The Sun. Tras el gran éxito de su último trabajo Ghost Mile sacado en 2017, la banda de Perth regresa a la carga con este su séptimo trabajo de estudio, el cual promete dejarnos buenos momentos musicales y alguna que otra cervical dañada. Las baterías, capitaneadas por Ash Doodkorte, han sido grabadas en Sumo Studios mientras que las cuerdas (Alex Canion al bajo y Scott Kay y Simone Dow a las guitarras) han realizado el mismo proceso en Templeman Audio. El productor e ingeniero de sonido del disco ha sido Aidan Barton; de la mezcla se han encargado Matthew Templeman y Fraser Cringle y del mastering Simon Struthers. El artwork ha sido diseñado por Ashley Doodkorte. Sin más, nos sumergimos en este Colours In The Sun.

Si bien su fusión con el djent es más que obvia, Colours, que también se nos presentaba como el primer single, que abre el trabajo. Este tema puede considerarse como una muy bella declaración de intenciones. Una canción cargada de fuerza y paisajes armónicos capitaneados por la voz de Danny Estrin en los que los momentos de post-estribillo son la primera muestra de las cervicales dañadas de las que antes hablábamos. Bajo un manto de electrónica que apreciamos también en el primer tema se nos presenta Severomance. Un ritmo que no termina de arrancar desemboca en un bello y simple groove que se desarrolla bajo una colorida estela armónica. El estribillo nos vuelve a poner el cuello en movimiento para dar paso a otro bello pasaje melódico. Estamos frente a una canción que se desarrolla con una naturalidad arrolladora aún dentro de sus múltiples cambios y registros, algo que no es tan fácil de lograr y mucho menos en el género progresivo.

Brightstar es el corte más popero del disco. El primer cambio sumido en un djent controlado y perfectamente adaptado al tono de la canción desemboca en un estribillo muy bien medido en fuerza y conseguido en cuanto a rollo. Un break nos lleva a la segunda estrofa en la cual ha cambiado el ritmo de batería y se han añadido elementos armónicos que hacen evolucionar la canción de forma que podemos calificar como mágica. Casi llegando al último minuto tenemos nuestra buena dosis de cervicaleo que cae en un final bonito con fragmento bestial, acorde al resto de la canción. Saccharine Dream abre con un punteo raro que desemboca en uno de los mejores riffs del disco. Podemos apreciar en esta canción un guiño a la influyente banda TesseracT en cuanto a estructura del tema y riffs que en ellos se desenvuelven. Aunque muy  a su manera, Voyager nos hacen vibrar de forma parecida a la que lo hacen los británicos con una instrumentación exquisita, la cual te da ganas de ponerte a medir el beat con la cabeza y memorizar cada uno de los golpes que hay en la canción. Una vez más destacar, además de la instrumentación capitaneada por las guitarras de Simone Dow y Scott Kay, las increíbles líneas de voz del señor Estrin.

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Llegamos a la canción más especial del disco: Entropy. Este corte cuenta con la colaboración de un cantante al que queremos y admiramos en este medio; hablo de Einar Solberg, vocalista de la banda noruega Leprous el cual es, bajo mi humilde opinión, uno de los mejores vocalistas que hay actualmente dentro del género y del metal en general. La canción va dentro de la tónica de la banda; estrofas rítmicas, un estribillo pegadizo a más no poder… nos transportamos a una atmósfera más que necesaria cuando hemos llegado al ecuador del plástico. Reconnected se nos presenta con una especie de sonido de pianola que desemboca en un riff durísimo, el cual comanda Ash Doodkorte a la batería. Podemos apreciar atisbos de gutural en el que, sin duda alguna, supone el corte más duro de este trabajo. Vuelvo a apreciar una muy buena decisión al poner este tema específico en esta posición dado que venimos de temas que no aburren dada su naturalidad y buen fluir constante pero son muy distintas a esta canción. Este tema rompe con lo establecido y nos hace menear el cuello más aún de lo que lo estábamos haciendo ya. Quiero destacar también el break y posterior breakdown unido a este hacia la parte final, quizá mi momento favorito del disco.

Now or Never conforma uno de esos temas cortos para dejar respirar el disco. Abre con una preciosa línea de voz acompañada de un fondo de electrónica que forma parte de la tónica del disco y del grupo en sí. Un leve ritmo de toms acompañan la entrada y la hacen crecer mediante la incorporación de más elementos electrónicos y melódicos. Sin llegar a explotar nos sumergimos en otro pepinazo de tema: Sign Of Times. Lejos de la tónica general, la canción se desarrolla sin apenas distorsión hasta el estribillo de la misma, en la cual toma matices más reconocibles a lo largo de la trayectoria de la banda. Si bien la canción no alcanza los 4 minutos de duración, podemos apreciar en ella un corte muy buen condensado dentro de la estética de la banda: algo sencillo pero directo, muy en la línea de los australianos que siguen consolidando su sonido para volver cada vez más reconocibles.

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Con Water of the Bridge nos acercamos al final de este disco que, creedme, se me está haciendo corto. Con un ritmo sumamente pesado entramos en una dinámica totalmente djenty y no por ello parecida a las canciones anteriores. Destaco la inmensa línea de bajo de Alex Canion. Damos paso a un corto estribillo que continúa con el ritmo machacón del principio y la estrofa comandada por esa línea de bajo tan brutal y necesaria. Encontramos en este tema voces casi en forma de speech las cuales dan un toque orgánico bastante bueno al tema. Destacar el break casi al final de la canción, comenzando con una sola guitarra a la que se unen de forma magistral el resto de instrumentos, conformando así otra de las muchas partes top que tiene este disco. De esta forma entramos en la última canción de este inmenso disco: Runaway. Volvemos a la electrónica, las líneas de voz con mucha reverb y la elaboración del tema desde abajo. La línea de batería vuelve a comandar un tema en el que volvemos a apreciar matices de originalidad dentro de unas melodías y ritmos no tan complejos pero sí efectivos. El estribillo conforma estos comandos de los que hablo. Un solo de teclado después del segundo hace implosionar la cantidad inmensa de colores por los que nos ha transportado el disco y el final de la canción. La repetición del estribillo en lo más alto supone un broche dorado al mismo.

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Como reflexión al disco escuchado: nos damos cuenta de lo acertados que han estado Voyager al escoger el nombre del disco. Si bien siempre han sido una banda muy colorida (valga la redundancia), parecen haber dado un paso más con este Colours In The Sun para afianzarse en un estilo en el cual, si no aportan mucha novedad, han demostrado moverse como pez en el agua, reinventarse y sacar un trabajo la mar de entretenido. Las canciones se suceden como lo hacen las olas en el mar. Logran una inercia y delicadeza que choca de forma directa con sonidos distorsionados y crudos, lo que no es tan fácil lograr es que ese contraste suene así de bien. Las transiciones y marcas entre partes arriba y abajo están muy bien construidas, no hay un solo momento en que notes que decae la escucha o te aburras. 10 temas de los cuales solo uno de ellos tiene el estatus de transición (hablo de Now or Never, de menos de 2 minutos de duración) y todos ellos se compactan y solucionan una escucha más que amena y divertida. Muy recomendable el trabajo de los australianos que, una vez más, están lejos de defraudar.