Sobre el escenario de la madrileña sala La Riviera se despliegan dos imponentes alas alrededor del logo de Rival Sons. La banda californiana, que en 2015 recorrió Europa teloneando a Deep Purple, hoy no solo encabeza su propia gira, sino que se atreven a contraprogramar su concierto y a colgar el cartel de sold out en la misma fecha y hora en que la mítica banda británica actúa en el Parque Tierno Galván, a unos pocos kilómetros de distancia. Rival Sons se han aventurado a volar muy cerca del Sol, pero en su particular pulso a los dioses del rock, han salido victoriosos.
Los encargados de abrir la jornada fueron los británicos Creeping Jean. El quinteto procedente de Brighton, cuya elección como acompañantes de gira de Rival Sons no puede tener más sentido, desplegaron sobre La Riviera todo su potencial de sonido vintage sesentero y setentero. Con un electrizante blues rock y un buen rollo contagioso, la banda consiguió rápidamente conectar con el expectante público y aprovechó con creces la ocasión para presentar por todo lo alto los primeros avances de su segundo disco, como Sassy Got Shakes y The Rattle, que verá la luz en agosto.
El regreso de Rival Sons a España, con su doble lanzamiento de 2023 –Lightbringer y Darkfighter– todavía caliente bajo el brazo supuso la constatación de que su poder de convocatoria ya no se sustenta en la nostalgia ni en la comparativa con otras bandas. Liderados por el derroche de carisma y por el torrente vocal de Jay Buchanan, los californianos confirman que su excelente momento creativo en el estudio tiene su réplica sobre el escenario. Confiando en el potencial del mencionado Darkfighter, el concierto arrancó con una doble descarga de épica y potencia cortesía de Mirror y Nodoby Wants to Die.
La respuesta del público fue inmediata y muy ruidosa. Desde las últimas adiciones al repertorio, pasando por los grandes clásicos de su trayectoria, el empuje de los presentes en La Riviera fue brutal. Y la banda, cómo no, no desaprovechó la ocasión de recrearse -en ocasiones, quizás en exceso- en el fervor que encontraron frente a ellos para alargar algunos de sus ya icónicos estribillos y permitir al público sentirse protagonista con sus coros, sus «oé, oé oé» y sus aplausos. Un deleite común disparado en hits que ya son clásicos modernos como Feral Roots -con Scott Holiday blandiendo su guitarra de doble mástil-, Pressure and Time o Do Your Worst y que la banda ofreció de manera casi ininterrumpida para bordar una primera parte del show.
Como ocurre con otras bandas coetáneas con las que comparten el mismo espíritu de rock and roll revival e incuestionable talento individual, Rival Sons es una banda que se gusta mucho a sí misma y ninguno de sus integrantes va a renunciar a su particular momento de gloria. La tendencia a extender ciertas canciones lastró por momentos el ritmo del concierto ante un público tan bullicioso que no dio un respiro de silencio ni de calma para los momentos más acústicos y blueseros de Darkside, Shooting Stars o Mosaic. El respetable tenía ganas de marcha y Rival Sons demostraron que sus quince años de experiencia en la carretera son más que suficientes para tener muy claro cómo conectar con su público. El show ya rondaba los clásicos 90 minutos, pero aquella noche nadie quería marcharse a su casa y la banda correspondió con una última tanda del rock and roll más enérgico de su catálogo: Torture y Electric Man.
«Estamos viviendo una revolución y un renacimiento en el que la atención es el nuevo oro. Vosotros habéis elegido darnos vuestra atención esta noche», agradeció Jay Buchanan antes de cerrar el concierto con Keep On Swinging. En una fecha paradójicamente ubicada entre dos de los tres conciertos de Bruce Springsteen en la capital y coincidiendo en horario con otro de Deep Purple, Madrid por momentos pareció revivir aquellos días gloriosos sobre los que cantaba el Boss. Un 13 de junio de 2024 en el que Rival Sons confirmaron que el presente también es suyo. ¿El futuro? Van a seguir volando más y más cerca del sol y no tienen ninguna intención de quemarse.