Reseña | Sleep Token pone el broche de oro a su trilogía ecléctica con Take Me Back To Eden

Los británicos Sleep Token –aunque aún en el completo anonimato, protegidos por sus máscaras y característicos atuendos que elevan su onstage persona– han vivido en estos últimos años un ascenso exponencial en popularidad desde su publicación en 2019 de su primer álbum completo Sundowning. Gran parte del hype por Take Me Back To Eden (álbum que cierra esta trilogía ecléctica a nivel conceptual) fue gracias a la viralización de The Summoning en TikTok, la cual ya nos fue abriendo el apetito a lo que sería una amalgama de sonidos y géneros que distan notablemente esta última entrega de sus predecesores más metaleros. No todo el mérito es de la plataforma de vídeos ya que los chicos han sabido hacerse un hueco en la escena musical con una estética y un sonido evocadores y distintivos.

Take Me Back To Eden se siente como una despedida, aunque muy probablemente no lo sea pues el grupo parece que solo acaba de empezar; siendo cabeza de cartel en numerosos festivales internacionales durante todo el verano y colgando el sold out en la mayoría de sus conciertos tanto dentro como fuera de Europa. Sundowning nos introdujo en un lore marcado por la melancolía; un viaje cargado de simbolismo religioso que abre con The Night Does Not Belong To God, que luego volverá a reaparecer en este último álbum cerrando así la historia de Vessel y Sleep. This Place Will Become Your Tomb nos permitió saborear de primera mano la desesperación y angustia por un amor perdido (¿acaso no es Fall For Me un ruego desesperado, una súplica para ser amado?) desde un sonido mucho más comercial y silueteado por arreglos de piano y voces sintéticas. Finalmente, Take Me Back To Eden nos conduce a un lugar de aceptación y, quizá, entendimiento, donde por fin poner un punto y final a esta historia trágica de querer y no poder.

Sleep Token Take Me Back To Eden

Pájaros y sonidos de un sintetizador que resuena lejano dan paso a una voz que está a punto de quebrarse, un sermón que irrumpe en la tranquilidad con la que Chokehold abre este álbum. Pasan casi dos minutos, en los que Vessel arrastra las palabras en su tan particular tono (en un punto ya explorado entre lo sensual y lo desgarrador), hasta que llegamos al break donde por fin entran batería, piano y el coro. Este tipo de estructura se repetirá en varias de las siguientes canciones, formándose así un paisaje de diferentes texturas entrelazadas en la singular mezcla de géneros que constituye el jardín del Edén.

Y es que parte de la popularidad que lanzó a The Summoning al podio de las canciones más escuchadas fue esto mismo: la forma en la que coexisten los sonidos más metal de la batería y guitarra, los esporádicos guturales y los instrumentales electrónicos que dan paso a uno de los breaks más comentados este año (imposible leer OAMLDIMYFASFG y no imaginar el seductor riff de guitarra). La transición entre estilos es continua y no se siente forzada, entre solos de batería vibrantes y líneas de bajo que engrosan una de las canciones más completas del álbum a nivel musical y estilístico.

Esta primera parte del disco nos pone en situación, con unas letras que describen a la perfección la cara tóxica y desoladora del amor; cuando se ha entrado en una espiral de dependencia y abuso (así lo ejemplifica Granite con frases tan potentes como “Never mind the death threats/Parting at the door/We’d rather be six feet under than be lonely»*¹). Y Vessel sabe bien cómo difuminar la línea entre la tristeza y la insinuación, con un lirismo cargado de sensualidad y súplica. Frases como “Saturate me, I can’t get enough”*² de Aqua Regia, junto con un ritmo hipnótico –muy en la línea RnB– y con toques más desenfadados de un piano más jazz, son el equilibrio perfecto entre lo erótico y lo de decadente.

Esta primera parte del disco nos pone en situación, con unas letras que describen a la perfección la cara tóxica y desoladora del amor

Vore, por su parte, siendo una de las canciones más heavys del disco, no resulta extraño que sea la última de esta primera mitad del tracklist ya que se siente como una olla en ebullición a punto de explotar. En una vorágine de sonidos (que casi podría rozar el ruido si no estuviera cada línea pensada al milímetro para que todos los instrumentos casen entre sí), la batería –con su pedal explosivo y el persistente uso de los platillos– tiene una presencia muy grande, seguida en segundo lugar por los guturales de Vessel que contrastan notablemente con su excelente uso del falsete. La tensión crece progresivamente hasta culminar con el eco que engulle a la pregunta final “Are you in pain like I am?”*³.

Es en este punto donde Sleep Token empieza a darle la vuelta a las cosas, jugando con ritmos realmente interesantes y que, a priori, no deberían quedar bien pero que de alguna forma funcionan y coexisten de manera natural. Ascensionism comienza con un piano y una voz desnuda, expuesta y vulnerable que transiciona lentamente en un ritmo mucho más trap que cualquier otra cosa que les hayamos escuchado a los británicos hasta el momento. Los coros rozan el soul tejiendo una manta que envuelve la canción en un halo de misticismo y sensualidad al que ya estamos más que acostumbrados. Pero pronto la tranquilidad desaparece para dar paso a riffs de guitarra contundentes y pesados junto a una percusión desafiante entre las dulces notas de un piano que habla por sí solo. El agresivo final contrasta con Are You Really Ok, siguiente tema en el tracklist, y el punteo de guitarra que acompaña a la voz suave y grave de Vessel. Se trata, probablemente, de una de las canciones más íntimas y sinceras del álbum, cuya letra nos traslada a la desesperación y angustia que se puede sentir por una persona querida.

Quizá The Apparition y DYWTYLM son de los temas que más desapercibidos pasan, no porque no sean buenos, sino porque en comparación con la fuerte presencia que tiene el resto, éstos quedan relegados a un segundo plano. Más encasillados en otros géneros (trap/RnB y pop), juegan con bases más simples y directas, no centrándose tanto en arreglos tan recargados (tanto musicalmente como en las letras) y con menos presencia de los coros y los riffs heavys. Funcionan como un perfecto descanso auditivo, un puente por el que caminar tranquilamente hacia las dos canciones que cierran el disco.

Pero antes de poder escuchar la canción que da nombre a esta última entrega, con Rain volvemos a entrar en calor con una energía que solo va en aumento. Es perfecta para cantar en directo, con una batería que acompañar con las palmas de un público entregado al cántico de “Rain down on me”*⁴, que se repite en un eco al final disipándose entre el sonido de la lluvia de una tormenta perfecta que da paso a la inusual calma de Take Me Back to Eden.

La penúltima canción, en sus 8 minutos de duración, nos lleva por diferentes parajes musicales y nos demuestra ya en los primeros versos por qué es la title track del disco. Nos sitúa en primera instancia en un lugar que ya conocemos, haciendo referencia a sus dos anteriores álbumes a través de una fuerte simbología que se traduce en estas líneas como una plegaria religiosa; y, entonces, no es casualidad que Vessel esté pidiendo a gritos que le dejen entrar de nuevo en Edén.

El círculo se cierra así en estas dos últimas canciones, cuando la letra vuelve a las palabras que ya tuvieron gran protagonismo en Sundowning. Después de una introducción, donde el piano es acompañado por sonidos synth y efectos ambientales, la canción se desenvuelve con gran soltura por uno versos rapeados antes de volver a un estado más pensativo y calmado. La progresión de la canción se siente como un solo hilo de pensamiento en el que Vessel se está dando cuenta poco a poco de lo que quiere y de cómo se siente en realidad, y sus emociones se van desenvolviendo con cuidado y, en ocasiones, con cierta rabia propia de una vulnerabilidad peligrosa. Es en la última sección de la canción donde ocurre la magia y es que se solapan diferentes pistas de voz y coros; todas haciéndose referencia entre sí, casi como si se estuvieran respondiendo (de hecho, algunos versos son de Chokehold). Como si hubiera sido consumido por la pasión y la desesperación, los últimos guturales dan paso a unos riffs potentes con una batería con un pedal acelerado (que casi parece doble, pero no) que no pasa para nada desapercibido.

Entonces llega el epílogo, Euclid. Nunca un adiós había sido tan doloroso, pero la forma en la que esta última canción encarna este sentimiento es absolutamente preciosa. Se trata de un pequeño regalo para aquellos que hayan seguido toda la trayectoria musical de los británicos y es el punto y final que se merece la trilogía. Las primeras notas del piano ya te conducen a ese estado de nostalgia, pero el tono de la canción dista muchísimo del resto del álbum pues aunque sea una despedida, no se siente amarga sino de alguna forma, esperanzadora: es el momento de aceptar las cosas como son y de saber que, aunque duela, todo estará bien.

Muchos de los versos se presentan desnudos con un piano y una voz que, en ocasiones, juega con un sonido metalizado y reverberado junto con unos coros harmónicos. Quizá la majestuosidad de esta canción reside en su simplicidad pues sigue un estilo más power- pop, con acordes de piano en repetición y una batería que es más platillo que bombo. Aún así, no le falta fuerza y no se queda estancada en ningún momento; todo lo contrario, la emoción va aumentando conforme pasan los minutos. Se siente como un llanto que empieza a gestarse en la boca del estómago y que va haciéndose cada vez más valiente hasta romper finalmente. En Euclid, el climax llega cuando se solapaban las diferentes pistas de voz y es aquí donde se materializa una cierta sensación de tristeza compartida que, en parte, también se siente como un consuelo. Con “The night belongs to you”*⁵ y el último verso, nos trasladados instantáneamente a las líneas de The Night Does Not Belong To God, primera canción de Sundowning, y hasta parece que Vessel nos las dedica. Con la dura aceptación de que este amor no nos pertenece (“I know for the last time, you will not be mine”*⁶), la súplica se evapora en el eco de una sonrisa.

Take Me Back To Eden es el broche de oro a una trilogía ecléctica que ha ido creciendo y descubriéndose a sí misma a lo largo de los años; experimentando y, de alguna forma, encontrándose cómoda en ciertos sonidos, símbolos y estilos que ya nos resultan imposibles de separar del grupo. Es un álbum muy bien producido, con una composición y estructura muy cuidada, pero es cierto que el resultado roza el maximalismo y puede llegar a ser demasiado para algunos oídos; además de que la simbología y muchas de las decisiones estilísticas han levantado alguna que otra ampolla en el panorama metalero. Habrá que estar pendientes de lo próximo que saquen, si finalmente el grupo decide tomar un camino musical alternativo o seguir explorando la difusa línea del metal progresivo.

¹ Da igual las amenazas de muerte/Las despedidas en la puerta/Preferiríamos estar seis metros bajo tierra que estar solos.
² Satúrame, no he tenido suficiente.
³ ¿Estás sufriendo tanto como yo?
⁴ Que caiga la lluvia sobre mí.
⁵ La noche te pertenece a ti.
⁶ Una última vez, sé que no serás para mí.