Crónica y fotos: Chris Isaak y Gabriel Ríos en Noches del Botánico

El pasado jueves 22 de junio, desde Rock Culture tuvimos la gran suerte de presenciar el comienzo de la nueva gira internacional de la leyenda del rock ‘n roll Chris Isaak, que para nuestro gozo daba el pistoletazo de salida a dicho tour en Noches del Botánico, Madrid. Pero además la programación de la tarde también contaba con la actuación del gran Gabriel Ríos, artista multidisciplinar que fusiona sus raíces boricuas con rock, pop y electrónica.

Gabriel Ríos

El puertorriqueño tomó el escenario puntual, como siempre ocurre en la impecable programación de este festival madrileño, a las 20:45. Lo hizo sigilosamente y aferrándose a su guitarra clásica, acompañado por su amigo y compañero de batallas musicales Rubén Samama. Los dos solos, mano a mano, se marcaron un conciertazo con mayúsculas completamente acústico. Al desnudo.

Al son de dos guitarras, el ocasional piano y el groove del contrabajo (tres instrumentos con los que Rubén apoyaba la expresiva interpretación vocal de Gabriel) estos dos músicos interpretaron al completo y en un orden poco alterado el último disco de Gabriel Ríos: Flore (2021). Llenaron el escenario durante una hora de versiones que aguardaban el mayor respeto hacia las más clásicas canciones boricuas y las sonoridades latinas que construyen el pasado y las raíces de Gabriel, con un giro más personal en la manera de interpretarlas.

Con sus expresivos gestos y manera de cantar, Gabriel consiguió moldear las canciones como quiso y darles una fuerza renovada, mientras Rubén (quien curiosamente no habla español, pero cuando canta parece de las mismas tierras que su compañero) le acompañaba haciendo unas harmonías tan suaves como la mantequilla.

Intentaron cerrar su show con Marinera, pero tras una gran ovación y el famoso cántico de “Otra, otra…” tocaron Pal Monte, incluyendo un solo de contrabajo de casi tres minutos justo antes de finalizar que nos dejó a todos con la boca abierta. Por si no lo estábamos flipando ya. Un concierto homenaje, como lo es su música. Un regalo.

Chris Isaak

A las 22:30 tocaba el plato fuerte de la noche, el acontecimiento que todo esperábamos con ansia: Chris Isaak y su banda de colegas trajeados tomaron el escenario y abrieron su concierto de 28 canciones y mucho disfrute con American Boy. El maestro americano, el papá adoptivo del rock ‘n roll que continúa el legado de este género, nos trajo una mayor rendición a sus raíces musicales de la que nos podíamos imaginar.

Continuaron con Somebody’s Crying, tras la que Isaak, vestido con un extravagante traje azul clarito repleto de piedras del mismo color, comenzó a establecer esa conexión con el público que caracteriza tanto su carisma. En tercer lugar, tocaron Waiting, y durante esta y la siguiente canción (Don’t Leave Me On My Own) el rockero bajó a la audiencia y se recorrió de lado a lado las gradas, haciéndonos a los fotógrafos el trabajo un poquito complicado pero muy entretenido.

Siguieron con I Want Your Love, siendo fiel a su palabra de dar un “concierto de rock semi-profesional”, para engatusarnos después con el clásico Wicked Game, de la que curiosamente cambió alguna palabra. Aun sintiéndome abrumada por la temprana interpretación del tema que a muchos de los allí presentes impulsó comprar las entradas en primer lugar, no pude evitar disfrutar como una niña de ese punteo y tono tan reconocibles que nadie toca igual que él.

En seguida despachó su canción más conocida, se la quitó de en medio con cuidadito, para dar comienzo a la parte más rock ‘n roll, como bien dijo nada más terminar de tocarla. Prosiguieron con Go Walking Down There, Speak of The Devil y una fiel versión del clásico de Roy Orbison, Pretty Woman. Para esta última cambiaron el formato del directo, estando todos sentados en primera línea del escenario e introduciendo guitarras acústicas.

Una jam session vale más que un concierto

Aquí fue cuando, entre risas, Isaak decidió que a pesar de traer una setlist definida le apetecía tocar otras cosas. Es Chris Isaak, puede hacer lo que le dé la gana. Con Forever Blue nos introdujeron en un trance melancólico, que rompieron con Two Hearts y continuaron con una versión de When My Blue Moon Turns To Gold Again.

La siguiente fue un homenaje a la tierra que en ese momento pisaba, pues nos dijo que la escribió en España tras enamorarse perdidamente de nuestro país y su cultura: Blue Spanish Sky. En este punto, el concierto ya se había convertido más en una jam session entre viejas leyendas del rock ‘n roll, pero no oí a un alma quejarse. No se me oyó a mí tampoco.

 

Qué gusto da ver música en directo, pero qué gustazo da ver a buenos músicos en directo. A la guitarra el mismo Isaak y su compañero Hershel Yatovitz, a la batería Kenney Dale Johnson, al piano la nueva incorporación de Timothy Drury, y al bajo Rowland Salley. Este último fue el protagonista de uno de los acontecimientos de la noche: una rendición a su canción original Killing the Blues que cantó él mismo mientras Isaak le sujetaba el bajo (Salley le prohibió terminantemente tocarlo).

Continuaron con su reunión de amigos tocando Nashville Boggle en la que el piano se lucía, seguida de una preciosa versión de Can’t Help Falling In Love del papá Elvis, poniendo punto final a la sección recogida y minimalista del concierto. Entonces se reanudó el guitarreo para tocar una muy celebrada y coreada Blue Hotel que sonó como nunca.

 

La siguieron Don’t Make Me Dream About You, San Francisco Days, una Notice The Ring con el bajo y el teclado muy presentes, y Big Wide Wonderful World, tras la que los cinco músicos desaparecieron tras la cortina.

Después de este encore, Isaak apareció vestido de bola de discoteca andante para deleitarnos con un mashup de Baby Did A Bad Bad Thing, Bye, Bye Baby y un guiño a la banda sonora del agente 007, esto mientras cuatro bailarinas (¿?) lo daban todo improvisadamente detrás del cantante.

Tras un poco de macarrería, terminaron tocando Can’t Do a Thing (To Stop Me), un breve trozo de La tumba será el final y, por último, The Way Things Really Are. Con esta se despedían y cerraban un espectáculo de dos intensas horas, una pequeña decepción personal por la ausencia de Lie To Me y mucho rock ‘n roll. Ah, y mucho gritito también, porque el crooner las tiene a todas locas. A las masas digo.