Crónica: Mono y A. A. Williams en Murcia – De la melancolía a la distorsión

Crónica: A.A. Williams y Mono en el Garaje Beat Club de Murcia

Los domingos suelen simbolizar tristeza, apatía o simplemente una transición; lo que sumado a un clima singularmente fresco y tranquilo durante la tarde, logró crear una atmósfera extraña. Como un presagio de lo que nos encontraríamos minutos después de la apertura en la Garaje Beat Club.

Escasos quince minutos tras la entrada, en un escenario visiblemente ocupado por instrumentos y material, hicieron acto de presencia A.A. Williams y los suyos, con su último trabajo Forever Blue bajo el brazo. Sin hacer ruido, como quien pasea de noche por la calle para tomar aire y enfrentarse a un nuevo día, nos ofrecieron una puesta en escena sobria, minimalista y elegante.

Las primeras notas de For Nothing hicieron acto de presencia y, con un juego de luces a su espalda predominantemente azul, nos forzaron a mirar sin poder ver quién estaba frente a nosotros. Una visión de sombras y siluetas, acompañada de una voz dulce y profunda que narraba, con tono triste, historias de aura azul. Incluso dibujando sutilmente con su mano la ejemplificación de Love and Pain a modo de escritura sobre el vacío.

Foto: Diego Montana / Garaje Beat Club

Nos deleitaron con una suerte de Neofolk, sustentado sobre una clara influencia del Gospel, que se vale de toques de Doom metal y Post-rock, hasta tanteos sutiles con Dark Country.
Evaporate, que sonó poco después, es un reflejo claro de este párrafo y la canción predilecta de un servidor.

Vivencias con banda sonora propia, música hecha para relatar las facetas más profundas de la mente. Una experiencia individual e íntima, a la que no se le puede hacer justicia con palabras tuvo su fin en Melt, pasando sin perturbar el ambiente pero dejando huella. Aunque, como secreto a voces entre los asistentes, sabíamos que no era la última vez que la veríamos sobre el escenario esa noche.

Tras un leve cambio de pedaleras, amplificadores y un escenario ahora más despejado, con el Gong como protagonista del fondo, pudimos disfrutar de Mono, después de más de 2 años de espera.

Una puesta en escena más clara y escueta que sus predecesores, sin tanto juego de luces o
efectos visuales pero con una clara estética basada en sus orígenes nipones. Sentados sobre taburetes, a ambos lados del escenario: Takaakira Goto, en las líneas solistas y Hideki Suematsu, en una vertiente más rítmica. Ambos apoyaron su sonido en guitarras y
amplificadores Fender, un detalle desapercibido a simple vista que hace especial a Mono.
Permitiendo sonidos limpios, cristalinos y profundos, pero con la capacidad de absorber
cualquier efecto, llegando incluso a distorsiones absurdamente saturadas. Riptide puso
sonido a estas palabras.

Foto: Diego Montana / Garaje Beat Club

Imperfect Things, ejemplifica como Tamaki Kunishi, entre ambas guitarras, pone sobre la
mesa líneas de bajo claras o con profundidad y distorsión, según se requiera en cada parte. Por último, en la batería pudimos disfrutar a la incorporación más reciente de la banda, Dahm, al cual vimos varias veces por señas, solicitar ajustes sobre sus compañeros en pos de ganar el mejor sonido posible. Estos detalles, no sólo lo hacen ver como un buen músico, sino como alguien experimentado en el directo.

Durante una primera parte, tuvimos lo que es Mono en todo su esplendor, una ruptura con los cánones y los esquemas de géneros como el Post-rock o Avantgarde, que se quedan cortos ante un despliegue así.

La tónica del concierto se mantuvo constante con temas como Sorrow o Innocence, con
momentos de rabia contenida y una actitud propia del Shoegaze más puro. Tras un leve parón, la figura de A.A. Williams volvía a hacer acto de presencia junto a los integrantes de Mono, para Exit in Darkness y su inconfundible piano, donde más de uno aplaudió como si su vida dependiera de ello en ese momento.

Foto: Diego Montana / Garaje Beat Club

Finalmente, esta vez sin sillas de por medio y con una actitud más agresiva, enfrentaron al
público de la mano de Com que venía a romper en éxtasis el final de la noche. Un tema largo, denso, con múltiples subidas y bajadas, difícil de digerir. Una genialidad a nivel de composición que muta a ruido agónico, sobre el que uno a uno, fueron abandonando el escenario hasta dejarlo vacío, solo con distorsiones a máximo volumen y luces cegadoras.

Con esto, de la melancolía a la distorsión, dio fin una noche que se mantendrá en el recuerdo de los presentes.