Pillamos a Monty Peiró en plena gira de presentación de su libro El diablo viene a mi y nos cuenta cosas super interesantes.
El diablo viene a mi, tu nuevo libro, eres consciente de que cada vez que alguien lee el título los Dover entran en nuestra cabeza, ¿por qué este título? ¿Qué te han comentado desde la banda?
Esa era la idea. El título es un homenaje a Dover. Tenía claro que quería un título que recordara a alguna mujer o mujeres de la música que hubieran sido importantes para mí y Dover lo fueron mucho. A raíz del libro tengo mucha relación con Amparo Llanos, ella lo presentó en Madrid y para mí, tener su apoyo y su amistad es algo maravilloso.
Si ella, que es una música con tanta experiencia y que estuvo en lo más alto, me dice que le ha encantado el libro, no necesito ninguna validación más. Me ha hecho muy feliz encontrarla en el camino. Es una mujer maravillosa, cultisima y con muchísima calidad humana.

Como lectora habitual de biografías de músicas que eres, ¿Has sentido a veces que editores, hombres, han cambiado el sentido a la versión de esa mujer o que no las han dejado de verdad retratar sus experiencias como hubieran querido en pos de las ventas y el marketing? ¿Con cuántos “errores” te has topado?
La verdad es que no tengo ni idea de cuánto de eso puede haber detrás, puesto que solo he leído el resultado final, pero lo que sí que he echado en falta en muchas biografías de músicas ha sido una perspectiva de género que permitiera situar sus experiencias personales en el plano estructural y social. Y ese fue uno de los motivos por los que escribí el libro.
Falta feminismo, conciencia de género y naturalizar a las mujeres del rock como músicas y no como una excepción.
Hablemos de referentes femeninos en el rock, Joan Jett, a la que dedicas el libro, nuestra Aurora Beltran, desde tu punto de vista, ¿qué ha faltado y qué ha sobrado en esto de intentar hacernos un hueco en el mundo del rock? (no pienso admitir que ninguna lo haya hecho mal).
Es muy difícil responder a esta pregunta puesto que no es una respuesta sencilla (¡por eso he escrito un libro!). El machismo y la misoginia son fenómenos estructurales que se materializan en cada elemento cultural, por eso son tan difíciles de desarticular. No se trata de una o dos cosas que hayan sobrado o faltado, sino de toda una estructura social que vertebra quiénes somos, cómo nos relacionamos con el mundo y cómo nos percibimos y perciben, qué preferencias desarrollamos e incluso de qué creemos que somos capaces o no.
Ha faltado feminismo, conciencia de género y naturalizar a las mujeres del rock como músicas y no considerar a las que hay como una excepción. También ha faltado y sigue faltando una vocación reparadora. En las antologías, recopilatorios y documentales siguen contando la historia sin nosotras, dando la falsa imagen de que no hemos estado o que hemos sido una mera anécdota. Y excluirnos de la historia es un acto de misoginia absoluta. Ha sobrado y sigue sobrando machismo, cerrazón, ranciedad y cuñadismo.
El libro aborda que el rock es un «universo hipermasculinizado». Desde tu doble perspectiva de música y antropóloga, ¿cuáles son los rituales de paso no escritos que una mujer debe superar para ser «aceptada» o, al menos, tolerada, en el backstage y en la carretera, y cómo difieren de los de sus compañeros varones?
No se trata de rituales de paso, en el sentido antropológico, sino más bien de que como en toda estructura, siempre se reservan pequeños huecos para lo excepcional que, lejos de romper la estructura, la refuerza. Cuando una mujer es aceptada dentro del olimpo del rock, es porque es increíblemente buena, y esto refuerza el hecho de que es una anomalía. Además, existe prácticamente un único estereotipo en el que encajar: el de la mujer valiente, fuerte, poderosa, guerrera y con una presencia escénica arrolladora.
Existe un único estereotipo en el que encajar: la mujer valiente, fuerte, poderosa y con una presencia escénica arrolladora.
Ellos tienen un abanico mucho más amplio de posibilidades y pueden ocupar todo el rango de la calidad (desde los que tocan fatal, hasta los virtuosos) sin que nadie cuestione su derecho a ocupar el espacio. Creo que un hombre solo necesita llevar una camiseta de un grupo para ser leído como rockero y que una mujer tiene que demostrar mucho más para ser entendida como auténtica rockera. ¿Sabes el meme ese de un señor persiguiendo a una chavala diciendo “dime cinco canciones del grupo de tu camiseta?” Pues es gracioso porque es verdad.
El subtítulo menciona las drogas. El arquetipo del rockero autodestructivo ha sido históricamente romantizado y siempre queda muy molón. ¿De qué manera la narrativa de los excesos se aplica de forma negativa o se patologiza cuando la protagonista es una mujer?
En el libro quería investigar el trinomio “sexo, drogas y rock and roll” con perspectiva de género para comprobar si las mujeres teníamos acceso a él del mismo modo que los hombres, que lo han convertido en una narrativa y una manera de habitar el rock (no hay más que leer las biografías de las grandes rockstars). No fue ninguna sorpresa comprobar que no, que no funciona igual.
El sexo y las drogas, entendidas en el rock como epítome de la libertad, de la diversión y del exceso, en ningún modo han resultado igual de accesibles para las mujeres en el sentido de que su uso ha sido penalizado, en el caso de ellas, mientras que en el de ellos no solo no les penaliza, sino que añade épica a su historia.
En el libro hablas de la “romantización del exceso” en el rock. ¿Crees que esa narrativa sigue vigente hoy, aplica a los tíos en positivo y a las tías en negativo en general?
Sí, creo que romantizar el exceso siempre ha formado parte, como te decía, del relato rockero, pero solo si eres un hombre. Si eres una mujer, se asocia a poca profesionalidad y a decadencia. Es curioso como incluso hombres que son conocidos por sus excesos y adicciones, en sus propias letras cuentan historias de mujeres que caen en desgracia por el abuso de sustancias o el sexo. Un caso paradigmático es el de Dolores se llamaba Lola de Los Suaves. ¿Por qué me cuentas la moralina de una chica que acaba mal en la vida por pasarse la vida en bares y tener muchos amantes? ¿En serio? En el caso de Pardao, otro de los personajes míticos de Los Suaves, no sabemos a qué se debe que esté en la calle y toda la canción tiene un halo romántico muy distinto al caso de Lola. Es solo un ejemplo, pero hay miles.
Por suerte las cosas van cambiando, aunque no al ritmo que desearíamos. Es jodido ver a tías en escena, (más allá de un micro) pero ya detrás en puestos históricamente masculinos, es casi una sorpresa encontrarte una tía técnica de sonido, backliner, promotora, runner… Parece que como mucho nos dejan temas de comunicación, prensa y entrevistas (con minifaldas y escotes). Como asidua a fosos doy fé de que siempre somos minoría y nos toca pelear más y más fuerte. ¿Llegaremos a la equidad algún día, merece la pena seguir luchando por ello?
Yo soy optimista y creo firmemente en celebrar cada victoria y disfrutar de cada logro conseguido. Personalmente, creo que las cosas han cambiado mucho, que estamos cada vez más cerca de conseguir la igualdad y que esta es imparable. Nos queda todavía mucho, pero para mí, desde luego, merece la pena seguir luchando, por esto y por cualquier causa que sea justa. Cuando yo empecé en la música, en 1999, éramos muchas menos en todos los roles, ahora conozco muchísimas más técnicas de sonido, de luces o backliners, además de músicas.
También antes los hombres eran mucho más reacios y reactivos a la hora de realizar autocrítica y de darse cuenta de que su tan querida escena estaba siendo excluyente con las mujeres (y no solo con las mujeres, también homófoba, tránsfoba, etc.). Ahora, en cambio, a las presentaciones de mis libros vienen muchos hombres super abiertos a entender cosas y a hacer cambios.
Mujeres en la industria musical: Monty Peiró (vocalista y autora de El diablo vino a mí)
Voy a dar la vuelta al tema a ver si te descoloco un poco, visualicemos un tío en el escenario, se quita la camiseta y hay diez tías en primera fila que lo tocan, lo soban sin problemas,, imaginemos la situación inversa….la que se liaría…
La cuestión es que es absurdo darle la vuelta a situaciones que no son análogas. Los hombres, para empezar, pueden permitirse jugar mucho más con los límites, porque su seguridad no se suele ver comprometida ¿Cuántos tíos se han sentido abusados por sus fans mujeres? ¿Hay algún músico que haya sido violado y estrangulado como Mía Zapata? ¿Cuándo un tío se lanza a hacer crowdsurfing tiene que preocuparse por si le meterán mano? Personalmente, si un músico o música quiere que sus fans le toquen y es algo hecho desde el consentimiento, me parece perfecto lo haga un tío o una tía, igual que me parece fatal que se toque a un tío o a una tía que no quiere ser tocado, solo porque está en un escenario, pero yo he cantado en orquestas durante once años y he esquivado infinitas manos de hombres intentando tocarme y mis compañeros hombres no lo han sufrido.
Creo que el relato del fenómeno groupie ha sido alimentado por los propios hombres.
Si te refieres al fenómeno groupie y a las leyendas de tías que se cuelan en camerinos, etc… Creo que es un tipo de relato que se ha alimentado por los propios hombres porque les da un estatus, porque no, desgraciadamente, la sexualidad de los hombres no ha sido vista ni conceptualizada igual que la de las mujeres. Tampoco un hombre sin camiseta es visto como una mujer sin camiseta y tampoco la ostentación de una actitud sexual es vista igual. ¡Tengo un capítulo entero hablando sobre esto!
La culpa de todo la tiene Yoko Ono, nos metemos en el bello jardín de las mujeres de los rockstars, esas que han tenido la culpa de las separaciones de los grupos, Beatles, Sepultura, Queensryche, Sharon Osbourne…(puedo seguir un rato largo). Qué asco tener que soportar ese estigma, dudoso y falso en la mayoría de los casos y qué poco se habla, por ejemplo de Marianne Faithfull.
Por supuesto, se habla mucho y muy mal de determinadas mujeres a las que se les acusa de separar a las bandas, pero se habla muy poco del papel de esas mismas (u otras) mujeres en mantener ya no unidas a las bandas, sino directamente a los músicos con vida. ¿Hubiese vivido tantos años Ozzy sin Sharon? Detrás de muchas bandas hay novias o esposas currando en la sombra, desde vendiendo camisetas de los grupos locales hasta en temas de producción, management etc y se reconoce poquísimo su labor.
Mencionemos, por favor, aparte a Susan Holmes “culpable” de la vuelta de Guns and Roses como punto positivo en esta cuestión. ¿Falta unión entre las mujeres para conseguir más peso?
La unión siempre es necesaria, pero creo que la mayoría de las mujeres ya estamos haciendo esa parte, al menos en mi experiencia en la escena. Por supuesto que hay que seguir haciendo pedagogía en ese sentido, porque durante muchos años nos han educado para competir entre nosotras por un pequeño espacio mientras los hombres se repartían la mayor parte, pero honestamente, creo que, aunque siempre tengamos que hacer autocrítica y fomentar la unión, no es esta la causa de que las mujeres no tengamos suficiente presencia y visibilidad, si no, como te he comentado a lo largo de la entrevista, factores mucho más estructurales.
Chicas, por unas migajas de atención masculina, no vale la pena tirar piedras contra tu propio tejado.
No obstante, por supuesto, hay que revisarse este punto. Lamentablemente, me he encontrado y me sigo encontrando con mujeres, a las que ahora llamamos “pick me girls” que con tal de obtener validación masculina, compiten con otras mujeres y se sienten amenazadas por la presencia de otras. Chicas, por unas migajas de atención masculina, no vale la pena tirar piedras contra tu propio tejado.
A las tías en el rock en general, y más a las que se suben a un escenario, nos toca pensar dos veces cada paso que damos, por las consecuencias o lecturas que pueden tener, lo de la naturalidad nos lo han robado desde antes de salir de casa. ¿Cómo relajamos esto, es culpa nuestra?
En absoluto es culpa nuestra. Esa actitud es lógica, teniendo en cuenta el entorno en que nos movemos. Sí que creo que es liberador tomar conciencia de esto y luchar por sobreponernos pero que lo consigamos a título individual no significa que hayamos acabado con eso a nivel global.
Los tíos en el rock pueden comportarse como les dé la gana, vestir como les dé la gana y eso jamás será interpretado como una maniobra sucia o como algo que les reste autenticidad o calidad. Las tías somos y hemos sido sobre analizadas: la ropa que usamos, la actitud que tenemos sobre el escenario, si somos guapas o no lo somos…
Al final parece que nos toca llamar la atención, llevando todo al límite, sea como sea, para intentar normalizar algo que tenemos el derecho de hacer de forma natural y me siento un poco confundida con el tema, porque llega a ser incoherente.
Es el problema de tener reservado un pequeño espacio y de ser consideradas una excepción, que acabamos teniendo que ser buenísimas, polivalentes y además hacer una performance realmente llamativa, porque solo hay espacio para eso y lo que falta es naturalidad, normalidad y organicidad para que cada artista se desarrolle como quiera o como necesite para expresarse.
Para rematar esta entrevista, manda un mensaje a todas esas jóvenes guerreras que quieren hacer algo dentro del rock.
Me gustaría que no tuviéramos que ser “guerreras”, sino simplemente músicas, exactamente igual que ellos. Les diría que se juntaran con sus amigas y amigos a hacer música, que unidas es más fácil plantar cara y que se formaran en feminismo para entender que muchas de las cosas que les van a pasar o que van a sentir, no son personales ni individuales, sino sociales y estructurales. Y que se lean mi libro, que les puede ayudar en ese sentido 😊
Monty gracias por todo, nos vemos el 29 de noviembre en ese maravilloso acto que vas a compartir con Aurora Beltran y Amparo Lanos.
Gracias a ti, un placer!







