La noche que Opeth y Voivod conquistaron Madrid

Crónica: Voivod y Opeth en Madrid

El pasado viernes 25 de noviembre, los madrileños tuvimos el placer de recibir a dos leyendas vivientes de la escena del metal internacional en La Riviera, una de nuestras salas más míticas como no podía ser de otra manera. Y dejadme deciros antes de nada que fue un auténtico éxito para todos los presentes.

Para los asistentes que esperaban pacientemente la apertura de puertas a las 18:30 de la tarde, el característico frío de la noche madrileña de noviembre se sumaba a la emoción del espectáculo prometido, haciendo temblar con anticipación a la mayoría. A mí por lo menos. Y esto es porque, previo al comienzo de su gira europea, Mikael Åkerfeldt (vocalista de Opeth) afirmó que esta gira sería como ninguna otra, y que tocarían una setlist que jamás se repetiría. Ya antes de entrar a la sala todos teníamos la sensación de que seríamos testigos de un inigualable concierto de los suecos, pero nadie podía imaginar que sería lo que fue.

Voivod

Ya había pasado una media hora desde que tuvimos oportunidad de entrar en calor cuando los canadienses Voivod salieron al escenario para encontrarse con una Riviera casi llena y en continuo crecimiento. Los canadienses nos ofrecieron un espectáculo de ocho canciones protagonizado por su más reciente trabajo Synchro Anarchy (2022), del cual tocaron el tema del mismo nombre, Holographic Thinking y Planet Eaters.

Su concierto, aunque breve, fue dinámico gracias a su equitativo repertorio entre canciones nuevas y clásicas y a la energía que rebosaban los integrantes de la banda, así como la propia audiencia quienes berrearon sus letras desde el principio. Realmente parece mentira que Voivod lleven casi 40 años tocando música en directo, lo dieron todo como el primer día. Sobre todo, Denis “Snake” Bélanger, vocalista de la banda y miembro original desde su formación, quien con sus excéntricos movimientos y expresiones tuvo al público enganchado durante los 45 minutos que duró su set. Finalizaron con su personal versión metalizada de Astronomy Domine, original de Pink Floyd, la cual es curiosamente la canción más escuchada de la banda.

Opeth

Tras una impaciente pausa de otra media hora mientras los técnicos ponían a punto todo lo necesario para el resto del espectáculo, con velocidad y dedicación admirables como siempre, a las 20:18 exactamente fue cuando los padres del metal progresivo europeo salieron a tocar. Para cualquier fan de la música siempre es tan salvaje como surrealista poder presenciar en directo a quienes admiramos tanto, y el viernes La Riviera fue testigo de este fenómeno. Nada más salir al escenario, estoy segura de que Opeth pudieron casi palpar la devoción con la que todos los presentes habían asistido a ese concierto, a través de una de las más cálidas bienvenidas posibles.

Como habían prometido, los suecos nos regalaron un viaje por su discografía en el que tocaron exactamente trece canciones, cada una de un disco diferente, creando un perfecto equilibrio entre los ocasionales rugidos viscerales de Mikael dignos de un doom-death metal muy personal en canciones como Under the Weeping Moon de su primer álbum Orchid (1995) o Demon of the Fall de su disco My Arms, Your Hearse (1998), y las enigmáticas melodías de su época más prog-rock con Windowpane de su disco Damnation (2003). Destaco también The Moor, con la que a mí personalmente, que ya me tenían conquistada, me dejaron sin palabras una vez más y riéndome para conmigo misma pensé “Pf, pocos directos me han cautivado así”. Y finalizaron con Deliverance, revolucionando al público quienes llevaban todo el concierto con la esperanza de que ese momento llegaría.

El espectáculo duró alrededor de 2 horas y media, y podría afirmar casi con seguridad que cada uno de los que nos encontrábamos allí reunidos experimentamos una especie de trance en algún momento, interrumpido por las ocasionales intervenciones que Mikael hacía de vez en cuando entre canción y canción. Nos embarcamos en un viaje sensorial liderado por la intensa, melódica y milimétricamente pulida música de los suecos, acompañada de unas llamativas proyecciones visuales que ayudaban a mantener el tono requerido en todo momento.

La setlist de este concierto es digna de disertar, y las interpretaciones de cada canción también, pero me temo que podría pecar de repetitiva si analizo todas y cada una de ellas, por muchas ganas que tenga. Por eso, de momento os las dejaré aquí enumeradas para que, quienes no tuvisteis la suerte de asistir, podáis visualizar la potencia que llegamos a presenciar en La Riviera:

  • Ghost of Perdition (Ghost Reveries, 2005)
  • Demon of The Fall (My Arms, Your Hearst, 1998)
  • Eternal Rains Will Come (Pale Communion, 2014)
  • Under The Weeping Moon (Orchid, 1995)
  • Windowpane (Damnation, 2003)
  • Harvest (Blackwater Park, 2001)
  • Black Rose Immortal (Morningrise, 1996)
  • Burden (Watershed, 2008)
  • The Moor (Still Life, 1999)
  • The Devil’s Orchard (Heritage, 2011)
  • Allting tar slut (In Cauda Venenum, 2019)
  • Sorceress (Sorceress, 2016)
  • Deliverance (Deliverance, 2002)

Para acabar con esta oda al concierto del viernes, porque no es otra cosa realmente, puedo decir que fue un espectáculo apoteósico y la mejor muestra tanto del rango creativo y técnico de la banda, como del imaginativo mundo que juntos han creado alrededor de su música. La declaración que nuestro “Miguelito” (Mikael Åkerfeldt) afirmó antes de comenzar a tocar una de sus canciones más largas y, por lo tanto, difíciles para quien la escucha, Black Rose Immortal, nunca les ha venido más al dedo: “No nos gustaría que se dijera que somos mainstream”. Tal vez por eso nos gustan tanto.

Y tras una demostración de la más pura pasión por su trabajo y su propio concepto del arte, Opeth nos dejaron con los resquicios de lo que sabíamos nunca más volvería a ocurrir y un sabor amargo en la boca, pero sabiendo que eso es lo que pasa tras haber saboreado lo más dulce.

Gracias por leernos, ¡y hasta la próxima!