En la tarde-noche del viernes 19 de julio, bajo un sol de justicia, el Rock volvió al Cuartel de Artillería de Murcia para disparar balas en forma de notas musicales e himnos tan coreables como los que antaño entonaban los militares que allí prestaron servicio. Tres generaciones de Rock en castellano congregaron a un público variado en edad y casi que en gustos musicales, y juntos consiguieron que Murcia ardiese al son del Rock una vez más.

Evento: Las Noches del Malecón - Iberia Festival 2024
Recinto: Cuartel de Artillería (Murcia)
Fecha: Viernes 19 de julio de 2024
Promotor: Monkey Pro
Crónica: Manu Hernández y Alfonso Rock Culture
Foto y vídeo: Manu Hernández

Tarque y La Asociación del Riff

Decía Carlos Tarque que 35 años atrás había prestado el servicio militar en aquel mismo recinto, y que volver allí a tocar Rock era como una especie de exorcismo de de aquel recuerdo de secuestro legal que era la «mili». Y vaya si lo consiguió, eso sí, no sin antes sudarlo bien y encargarse de abrir fuego pasadas las 19:00 hrs. de la tarde, con un calor extenuante, típico de tierras murcianas en el mes de julio.

El conocido vocalista de M-Clan, que sigue presentando su segundo álbum Vol. 2 en directo, y al que ya tuvimos el gusto de acompañar en varias de las fechas de esta gira, volvía a la ciudad que le vio nacer y crecer como músico por segunda vez en este 2024.

Acompañado por su fiel Asociación del Riff, tres musicazos -uno de ellos, Carlos Raya, un verdadero maestro de las 6 cuerdas- y los otros dos, Coki Giménez a las baquetas e Iván González «Chapo» al bajo, que conforman una base rítmica infalible, dio todo un recital de Rock & Blues que sigue alistando adeptos a sus filas. Y es que tanto los incondicionales de su trayectoria con M-Clan como nuevos seguidores se unen a este proyecto atraídos por una de las mejores voces del Rock nacional y un guitarrista y productor con tan buen hacer como Carlos Raya.

Bombas en Son de Paz fue el arranque, mejor imposible por el título y su buen rollo, de un concierto que vio cómo el público se iba acomodando tranquilamente en el amplio recinto al aire libre del Cuartel. Heartbreaker y Escapa del amor siguieron destilando ese rocanrol que sonaría bien en cualquier estación del radio de Rock del mundo, pero especialmente en USA. Riffs de Rock clásico perfectamente ejecutados y estribillos muy coreables, directos a nuestro lóbulo temporal y de ahí al resto del cuerpo que no pudimos parar de menear a pesar del calor.

Con Juicio Final y El Diablo me acompañará, pasamos a esa fase algo más endurecida de su sonido, siguiendo con otra de sus grandes influencias, el Blues Rock, igualmente disfrutable, pero menos bailable. Eso sí, el calor seguía ahí y Carlos (Tarque) a lo suyo, desprendiéndose de su «chupa» de cuero de Rocker Fucker y luciendo moreno de piel y carisma sobre las tablas, ou yeah motherfucker!.

En esa transición de sonido, llegó la inmersión en el Blues, donde pudimos ver otra de las tesituras en las que se desenvuelven a las mil maravillas estos cuatro músicos. Con Mar de Whisky vimos a un Carlos Raya soberbio a la guitarra, especialmente en los solos. Quién me iba a decir a mí hace 35 años años cuando Tarque estaba haciendo la mili y mi pueril yo escuchando a los Hardrockeros Sangre Azul que aquel guitarrista con rubia melena escardada iba a tocar Blues algún día, y con ese nivelazo y feeling.

Tras esa pausa de revoluciones, volvimos al territorio del Rock con poso vintage que tan bien ejecutan con Pulgas en piel de toro y una chula versión del Helter Skelter de los Beatles con guiño instantáneo a Rage Against The Machine justo al final (wow!).

Pero seguía habiendo ganas de Blues encima de las tablas y así nos lo hicieron ver con la exorcizante Flores del acantilado, una mezcla entre las sonoridades que más le gustan a Tarque y cía., y Lluvia de abril, en un tono más amable, que sirvió para rebajar temperatura en el ambiente -algo que se hacía realmente necesario-, sobre todo después de que hubiesen tocado la incendiaria Maldigo entre medias. Aprovechamos para refrescarnos el gaznate y poder seguir bailando en las llamas del infierno.

El tramo final del concierto nos tenía reservada una sorpresa. Tras otra descarga de Rock duro, añejo y atemporal con Ahora y en la hora, los hermanos Álvaro y Ovidi Tormo de Los Zigarros se subieron al escenario para calentar motores junto a Tarque para descargar su hasta ahora más exitoso sencillo He vuelto para veros arder. Tres guitarras que dieron más que nunca sentido al temazo y al concepto de asociación del riff.

Para el cierre nos reservaron Aqui es donde nace el rock’n roll., otro de sus temas estandarte y que nos dejó ese gran sabor de boca de una banda inmejorable para abrir fuego en cualquier velada rockera de altísimo nivel. Sin duda con ellos lo pasamos bien, y ellos mejor aún a tenor de sus caras que pudimos ver durante el concierto y en su despedida del respetable.

Los Zigarros

Valencia es una tierra que nos ha dado algunas de las mejores bandas de Hard Rock con poso americano para los amantes del género: Uzzhuaïa y sus proyectos paralelos, Jolly Joker o Erotic Psycho, son buena muestra. Algo cercano a ello esperaba del concierto de Los Zigarros, una continuidad a la descarga efectuada por Tarque pero para un público más joven, a tenor del incremento de público directamente proporcional al descenso de edad media de éste.

Reconozco que no los había escuchado nunca antes, a pesar de ser una banda que ya está asentada en la escena. Han teloneado a los Rolling y anteriormente a AC/DC con la anterior banda de la que fueron miembros los hermanos Tormo, Los Perros del Boogie. Por la mañana les di una breve escucha en Spotify y la verdad es que me sonaron bien, se nota que hay una buena producción detrás (Carlos Raya en 3 de sus 4 discos) y unas referencias musicales claras. Su último disco, producido por Leiva, he hizo entender un poco mejor lo que luego vi en directo.

Con una presencia indudablemente potente, y siendo la única banda de las 3 que lució una gran imagen con su logo en el fondo del escenario, presentaron su Rock edulcorado -etiqueta sin ningún tipo de menosprecio- con una constante reminiscencia a lo que en su día pudieran ser unos Status Quo, Tequila o mismamente Leiva. Rock básico y alegre, muy efectivo para el ambiente de fiesta que vivimos.

Como decía, la banda fue fundada por los hermanos Ovidi Tormo (voz y guitarra) y Álvaro Tormo (guitarra solista), junto con Nacho Tamarit (bajo) y Adrián Ribes (batería). Los dos hermanos parecen «guiris» -ya lo dijo un rato antes Carlos Tarque cuando los presentó en la colaboración durante su concierto: «parecen alemanes» (risas)- y como ya he comentado esta presencia en escena hacía presagiar algo grande. Ese ambiente de fiesta, de concierto de banda grande, fue refrendado por gran parte del público asistente. Por momentos dudé de si la mayoría había venido por El Drogas o por ellos, a tenor del clima que generaron y la facilidad con la que coreaban sus letras en masa.

Tras los temas iniciales donde ambos hermanos se repartieron el trabajo guitarrero, Ovidi ocupó su asiento a los mandos de un teclado ubicado en la parte central del escenario para interpretar temas como Desde que ya no eres mía, aportando un elemento más teatral o dramático a su música. Fue alternando estas facetas de frontman con la guitarra y el piano, pero siempre manteniendo el tono de fiesta, entrando incluso en el campo de la música disco setentera que luce en 100.000 bolas de cristal.

En un concierto extenso, que no faltaron sus temas más icónicos como Malas decisiones, A todo que sí, Apaga la radio, Aullando en el desierto, Cayendo por el agujero, Cómo quisiera, Dentro de la ley o ¿Qué demonios hago yo aquí?, dejaron el pabellón muy alto en lo que respecta a su entrega como «entertainers» y aportaron un soplo de aire fresco en la esperanza de que el Rock, y sobre todo el nacional, sigan calando hondo en generaciones más jóvenes.

El Drogas

Lo hablaba con unos amigos nada más entrar al recinto, durante varios años (más bien décadas) Barricada eran una institución en el rock cantado en español. Y es que, ya lo he comentado alguna vez por aquí, era fácil escuchar aquello de “el que no quiere a los Barri, no quiere a su madre”. Por ello mismo, las expectativas del público estaban por los aires sabiendo que la actuación de D. Enrique Villareal y compañía estaría centrada en la obra de los del barrio de la Txantrea.

Con una energía desbordante y una complicidad palpable en el escenario, El Drogas ofreció un espectáculo que resonó profundamente entre los asistentes, sumergiéndonos en una travesía nostálgica a través de los temas más icónicos de Barricada.

Desde el primer acorde de En la silla eléctrica, la banda capturó la atención del público con la intensidad que caracteriza sus actuaciones y es que, sin lugar a dudas, el grupo no sólo mantienen vivo el espíritu de los navarros, sino que le dan un nuevo enfoque personal, alejándose de una simple imitación de los conciertos de Barricada. Cada tema, desde Esperando en un billar hasta el cierre con la esperada En blanco y negro, se convirtió en un himno colectivo, mientras la multitud cantaba al unísono, evidenciando la huella imborrable que Barricada ha dejado en el rock español.

El Drogas, siempre el centro de atención, demostró por qué su nombre es sinónimo de potencia y autenticidad. Su presencia en el escenario, que no paró de recorrer de un lado a otro, acompañada de una banda perfectamente sincronizada, mostró una complicidad que solo los años de colaboración pueden forjar. A estas alturas, tanto Txus Maraví como Flako Txarrena tienen casi el mismo peso escénico que Enrique; tenía especial curiosidad por ver en acción a Nahia Ojeta, nuevo batería del grupo tras la salida del gran Brigi Duke tras su vuelta con Koma, y he decir que estuvo más que a la altura de la situación.

Pero volviendo a Enrique, en apenas los primeros cinco minutos de concierto, demostró que es un grande que dejó patente que aquel chaval que compaginaba el bajo con su cruda voz en la banda que lo forjó como músico es, desde hace mucho años, un showman, un maestro de ceremonias en esto del Rock entendido como un arte del entretenimiento, a pesar de la crudeza o lo cotidiano del mensaje que transmiten la mayoría de sus letras.

El setlist, cuidadosamente seleccionado, incluyó clásicos como Barrio conflictivo, Pon esa música de nuevo, Lentejuelas, Contra la pared… que no solo evocaron recuerdos de épocas pasadas, sino que también reafirmaron el estatus de Barricada como uno de los grupos más influyentes del rock en español.

El momento culminante de la noche llegó con el bis, donde Esta es una noche de Rock & Roll y Animal caliente transformaron el escenario en una fiesta desenfrenada. La elección de En blanco y negro para cerrar la actuación fue un recordatorio emotivo de la capacidad de Barricada para tocar las fibras más profundas del alma con su música.

Carismático siempre, Enrique Villarreal nos despidió con una frase marca de la casa, de las muchas que nos regaló a lo largo de la noche: «Que estén todos los cuarteles llenos de música, sea la que sea”.

Y al son de la setentera Help (Ayúdame) de Tony Ronald, fuimos desfilando tras una velada intensa, donde Tarque, Los Zigarros y El Drogas confirmaron que el Rock no está muerto, sobre todo para algunos y algunas que salieron de allí con ganas de más y les costó saber llegar a casa antes de que el sol les dijese que es de día…