Crónica: Árida y Bala en el Independance Club de Madrid
Muchos dicen que el rock & roll está muerto, pero después del bolazo de los madrileños Árida y las gallegas Bala el 22 de octubre, tenemos más de un argumento para discutir lo contrario.
El pasado sábado fuimos testigos de una verdadera revolución de la mano de dos dúos nacionales tan potentes como infravalorados. Acogidos en una de las salas más metaleras del corazón de Madrid, el Independance Club, nos encontrábamos los nostálgicos apasionados del rock más crudo, aquel que llenaba estadios en los 90 con jóvenes rebeldes cansados de conformarse.
Árida
Los primeros responsables de hacer que pusiésemos un pie en el pasado y otro en el
presente fueron los locales Árida; un dúo formado por Javi a la batería y Sara a la guitarra y voz. Ellos y su rock noventero, rozando el género stoner por un lado y el grunge por el otro, inauguraron la noche. Presentaron su último trabajo La Vorágine, del cual tocaron temas como Atlas Cuerpo o Indecible entre otros, además de otras canciones de sus dos anteriores álbumes de estudio. Al salir al escenario, la humildad y familiaridad que inspiraban los madrileños eran innegables, pero con el primer golpe de batería pasamos de una conexión completa con los artistas a una conexión completa con la música, y se notaba que ellos estaban experimentando lo mismo. Es realmente un gusto poder disfrutar de lo que crea otra persona, pero lo es más cuando ves que esa persona disfruta tanto creándolo.
La voz de Sara, de tono dulce pero con actitud desgarradora, es realmente la fórmula perfecta para que un grupo como Árida funcione; junto a la combinación de riffs enigmáticos, la batería rompiendo en ciertos puntos y la catarsis de la guitarra cañera: verdaderamente una representación de pura emocionalidad llevada a los principios más rockeros.
Aunque su set fue breve, pudimos disfrutar de distintos temas dentro del repertorio de los madrileños; nos dieron muchos sabores diferentes de lo que significa ser Árida. Fue muy refrescante ver cómo un grupo nacional, emergente en la escena, no pone límites a su creatividad y consigue comunicar su propio mensaje, pero a través de distintos lenguajes. Igual podían tocar su canción más cañera, que la balada más suave, o incluso una canción con un poco de las dos. Esto es algo que los chicos de Árida comparten en filosofía con las gallegas Bala, el sentimiento de libertad en más de un sentido.
Bala
La sala se llenaba por momentos porque llegaba el segundo asalto, liderado por Bala; un dúo también de guitarra y batería procedentes de A Coruña, Galicia, cuyo género es realmente indescriptible. Mezclando elementos del punk, grunge o incluso del metal, Anxela Baltar (voz y guitarra) y Violeta Mosquera (voz y batería) le dan vida a un rock salvajemente expresivo.
Sabía que eran buenas, pero es que el directo de estas artistas es excepcional. El poder que estas dos mujeres tienen sobre el escenario hace que el concierto que presencié el sábado sea uno de esos que no se olvidan. Porque no solo nos regalaron grandes interpretaciones de grandes temas como su famoso Agitar o X de su último trabajo, Maleza. Sino que también nos compartieron su mensaje, protagonizado por la anteriormente nombrada libertad. Usaron su voz para más que música, y reivindicaron los derechos de las mujeres, el amor libre y la igualdad. Además, Anxela reservó unos momentos para dedicarle una de las últimas canciones del set a su hija Vera, quien ese mismo día cumplía siete meses y que sin duda crecerá sabiendo apreciar la buena música.
Su repertorio consistió en una mezcla perfecta de canciones propias de sus ahora tres discos de estudio; como Human Flesh, de su primer álbum del mismo nombre, o Colmillos de su segundo álbum Lume, además de una increíble rendición del clásico de Nirvana, Territorial Pissings. Hicieron temblar el suelo bajo nuestros pies mientras nos recordaban cómo se siente tener pasión por la música, por la comunidad, por algo. Lo dieron absolutamente todo, como si ese fuera a ser el último concierto de su vida, y yo se lo agradecí. Violeta tocó hasta que se veían las gotas de sudar cayendo por su frente, y Anxela bajó a la pista con el público para gritar todos juntos el final de la última canción. Fue realmente un espectáculo que recomendamos a cualquiera, y esperamos poder volver a verlas en la capital.
Árida y Bala, fue un placer. Gracias.