PACHO BREA, EL ROCKERO DE LA ÉPOCA
Aunque últimamente está centrado en su carrera en solitario, pocos son los que se atrevan a decir que Pacho Brea no es un gran cantante y guitarrista. Visto de otro modo pocos serán los que le conozcan, pues, a pesar de su gran talento tanto como vocalista como con la guitarra, la falta de reconocimiento hacia su persona ha hecho que pocos tengamos el privilegio de conocerle.
Actualmente centrado en su carrera en solitario, a prestado su voz a un amplio abanico de bandas del terreno español como Ankhara, Hybris o Megara y ha colaborado con otros grandes artistas como los Mago de Öz o Víctor de Andrés de Zenobia. Quizás lo que más destaque de este gran músico es el alcance tan agudo de su voz y su impecable presencia en escena en cualquiera de los escenarios que pise.
El cuarto álbum de estudio de su carrera en solitario (el que pasamos a analizar más detalladamente en esta misma crítica) es el que le ha devuelto la energía y las ganas de seguir adelante con este ambicioso proyecto del que es protagonista. También nos ha permitido conocer más a fondo su capacidad bucal y su habilidad para mostrar su presencia en escena.
Transformación es el mejor disco de Pacho Brea hasta la fecha
El cuarto disco de la carrera en solitario del maestro Pacho Brea no habría sido lo mismo sin José Rubio a las guitarras, Toñín Trueno en la batería e Iván Palmeiro en el bajo. Lanzado por Demons Records el pasado 5 de diciembre del 2019 y grabado en Ourense, este álbum es el mejor que Brea ha lanzado hasta la fecha, así como el más potente.
Esta obra de arte comienza con la pieza llamada Corazón Helado, una canción muy potente que comienza con una guitarra suciamente distorsionada para dar paso al heavy metal que nos brindarán a lo largo de toda la canción. también cabe destacar el arreglo de guitarra tan agudo que sigue al riff principal durante toda la canción. ¡Te dejará helado cada vez que escuches este tema!
La segunda canción Recuerdo Amargo comienza con unos golpes de batería que hacen de teloneros del ritmo inicial el cual, introducido por dos guitarras al unísono (aunque una más grave que la otra) tras la cual una de ellas repite la sintonía solo que muteada, frena en seco y se calla para dar paso a la increíble voz de Pacho sólo en el comienzo del primer verso.
Casi sin tiempo para respirar comienza Mi Tierra, quizás la canción más emotiva de todo el disco en la cual se pone de manifiesto el amor de nuestros músicos por Galicia a la que reconocen como «su tierra». Comienza con un riff pausado que pronto es sustituido por otro tan enérgico que casi parece un solo… pero no es así, pues es el riff con el que se dará fin a todos los estribillos de la canción.
Más que Vivos es un tema más oscuro tal y como puede apreciarse desde el riff inicial. Sin embargo, Pacho nos sorprende desde la primera vez que suena el estribillo donde se superponen su voz más grave y la más aguda para obtener el efecto tan característico que posee esta canción. Pretende transmitir un mensaje contra todas aquellas personas que, escondidas tras su forma de ser tan extraña y chulesca, se creen superiores a los demás cuando, en realidad han recorrido el camino que nadie desea.
La voz de Pacho suena desde el comienzo en La Razón del Tiempo, tema en el cual Toñín se luce tras su batería sobre todo en el estribillo donde tanto la voz principal como los coros se unen al unísono en ese uououo tan característico de la canción. Un auténtico temazo.
El riff más cautivador y más emblemático del álbum desde luego es el de Olvidemos los Miedos, un riff que recuerda mucho al rock de los 80 que tanto añoramos. La canción trata de convencernos de que debemos superar nuestros miedos y comenzar a vivir tal y como a nosotros realmente nos gustaría, sin ningún temor. Sin duda un gran consejo.
Espérame comienza como una balada, con esa melodía tan suave que nos recuerda a muchas otras baladas españolas. Una promesa a la que, según dice ha sido la mitad de su vida. Esa metáfora y mil otras utiliza Pacho para referirse a su amada, a la que suponemos dedica esta canción tan emotiva. imposible no emocionarse con cada frase del vocalista o cada acorde del gran José Rubio.
Lobo Solitario es otra de esas canciones metaleras del disco que nos harán mover la cabeza hasta que nos duela… o hasta que acabe el tema. La voz principal consigue adaptarse perfectamente al ritmo de las guitarras que, muteadas, como buenas guitarras metaleras, todavía nos ponen más en la tesitura de una canción tan dura como ésta.
La siguiente canción Mal Sueño comienza con un riff lleno de vibrato con reverb a modo de eco. En su estribillo, donde una vez más utilizan el recurso de sobreponer la voz grave y la aguda de Pacho Brea para obtener su estilo tan característico, intuimos que la banda pretende transmitir que el tema de esta canción está basado en una situación idílica de la realidad.
Tempestad comienza con un riff entrecortado que rápidamente acaba convirtiéndose en lo que el riff principal del tema va a ser. Aunque lo que realmente cabe destacar de esta canción es el solo de la misma. Ejecutado por un muy acertado José Rubio, este solo es la combinación perfecta entre el rollo metalero de la canción y el brutal ritmo de la batería, que ya hemos comentado, a pesar de la escasa duración del mismo. ¡Grande José!
El disco termina con Miña Terra, exactamente la misma canción que la ya comentada Mi Tierra solo que en esta ocasión, más fieles a su tierra que nunca, le rinden honor en su idioma natal: el gallego. El solo de este tema es también muy bueno, tanto que es necesario oírlo de nuevo en este tema final para darnos cuenta del verdadero potencial del mismo. Claro que, en gallego, la canción tiene un rollo más rural y alejado de lo que estábamos acostumbrados en el resto del álbum. ¡Sólo los gallegos entenderán lo que se dice!
En resumidas cuentas, un disco imprescindible para todo aquel amante del metal o rock español que, sin ninguna duda, hallará en este álbum todo aquello que se espera de un buen artista del género. Sin duda un disco muy recomendable a pesar de no ser tan conocido y estar tan infravalorado como, desgraciadamente, lo está.