Crónica Deafheaven + Touché Amoré en Madrid

«Aún seguimos sin superar lo que sucedió aquella lluviosa noche, pero sabemos que no lo vamos a olvidar nunca.»

A veces el universo entra en armonía con la tierra y aporta a esta una atmósfera perfecta. Así fue como mientras decenas de personas esperábamos a las puertas de la sala Shoko de Madrid, las nubes cubrían el cielo de la capital amenazando con lluvia, un paisaje perfecto para la noche que nos esperaba. La velada abría con los tejanos Portrayal of Guilt que no dejaron indiferente al público, aunque aún la sala no se encontraba totalmente llena como la venta de entradas avecinaba. Este trío empezó a calentar la sala con su último trabajo Let Pain Be Your Guide que fue recibido con una fuerte ovación por gran parte de la gente y dejaron más que satisfechos al público madrileño.

Touché Amoré

Con la sala ya llena, Touché Amoré se colocaban en el escenario para empezar con la primera parte del repertorio que el público esperaba; su primer álbum To The Beat of a Dead Horse tocado de principio a fin. Para quienes hayan visto ya a esta banda sabe que desde el primer segundo no hay espacio para el silencio ni para la quietud, y así fue como tras las palmas introductorias a Honest Sleep, el público arrolló las primeras filas creando una turba interminable de sudor y energía. Esta era la primera vez que Touché Amoré pisaban una sala en Madrid pues la primera vez fue en un festival, y aún así, es muy bonito ver como el primer trabajo de un grupo que salió hace diez años tenga tan buena acogida. Cadence, Suckerfish o Broken Records fueron, entre otras, canciones que el público no solo cantaba, si no que arrancaba de sus voces.

Foto por: Albert Lloret Muñoz

Seguían la segunda parte del repertorio con un compendio de los éxitos que han ido cosechando a lo largo de estos años repasando así todos los discos, dando una clara notoriedad a Stage Four, su último trabajo. Cabe destacar lo cercano que llega a ser esta banda con su público y lo agradecidos que se muestran con los cientos de personas que están allí para verlos. Incluso pudimos ver a un Jeremy Bolm emocionado con Skyscraper al ver como la gente cantaba palabra tras esa canción sobre la última vez que pudo llevar a su madre a ver Nueva York antes de morir de cáncer. Estoy seguro de que todos y cada uno de los que estuvieron allí salieron conmovidos tras el paso de Touché Amoré, porque son de esas bandas que una vez llegan a tu corazón nunca salen.

Deafheaven

Pese a que mucha gente ya se encontraba destrozada tras el paso de Touché Amoré, aún quedaban muchas fuerzas para la llegada de Deafheaven. Con una tormenta en las calles de Madrid empezaron a acallar los truenos con Black Brick, su último single. En una mezcla de espectáculo y una perfecta instrumentación, los californianos empezaron a desgranar en seis canciones un concierto perfectamente sincronizado. George Clarke se mostraba más receptivo que en su último paso por Madrid en el Download Festival, quizá ahora se sentía mejor al ver más de cerca a la gente que gritaba las letras y al sentir la calidez de una sala. Algo que siempre destaca de un concierto de Deafheaven es la mirada de Clarke, que, con unos ojos azules bien abiertos, penetra en el alma de cada uno de los asistentes. Una catarsis sensorial acompañada de la auténtica poesía de sus letras y la belleza hecha música en canciones como Worthless Animal o Dream House.

Foto por: Albert Lloret Muñoz

Algo que quedará en la retina de los afortunados que nos encontrábamos en la sala, y que ojalá la hubiéramos visto desde arriba, es esa imagen, durante Dream House, de Clarke lanzándose al público y adoptando una posición de crucifixión mientras es arropado por centenares de brazos que lo llevan hasta el centro de la pista para luego devolverlo al escenario. La pasión según Deafheaven.

Foto por: Albert Lloret Muñoz

Llegados a este punto, solo queda decir que lo que vivimos aquella noche quedará en la historia de Madrid no solo por la oportunidad de ver juntas a semejantes bandas, si no por que la calidad que derrocharon fue incalculable. Aún seguimos sin superar lo que sucedió aquella lluviosa noche, pero sabemos que no lo vamos a olvidar nunca.