The Hellacopters: una penúltima ronda a la salud del rock and roll

Todo grupo de amigos que se precie cuenta entre sus filas con un colega que hace gala de ese sexto sentido para acudir al rescate de una fiesta que decae el grito de “una penúltima ronda”. En este grupo de amigos que es el rock and roll, Nicke Andersson lleva toda una vida sacando rondas en una promesa no escrita -ni falta que hace- de que la siguiente siempre será la penúltima. Por eso, cuando The Hellacopters se separaron el 2008 pocos concibieron aquello como una despedida. Era, claro, Nicke ordenando otra penúltima ronda. Entombed, The Solution, Imperial State Electric, Lucifer… Las pulsiones creativas del músico sueco no desaparecen, simplemente se transforman en formas muy diversas manteniendo, eso sí, el espíritu inalterable al paso del tiempo.Como si vampirizaran su propia música para mantener esa vigorosa energía intacta, Nicke Andersson y los suyos se presentaron en una atestada Sala La Riviera como esos viejos amigos con los que puede que hayas perdido el contacto pero que en cada reencuentro se siente como si el tiempo nunca hubiera avanzado. Además, pese a lo que se podía prever, hasta la ausencia por lesión del guitarrista original, Dregen, acabó espoleando a los suecos gracias a LG Valeta, que acudió raudo al rescate tan pronto recibió la llamada de Nicke. El guitarrista barcelonés -fundador de `77 y más recientemente centrado en su trabajo en el estudio- no solo no ha perdido un ápice de su toque hardrockero, sino que ha demostrado estar perfectamente integrado en la banda. El poco tiempo que han compartido sobre el escenario en ningún momento se sintió como un hándicap y LG, además de actuar como perfecto anfitrión ante el público local, fue capaz de transmitir como si llevara toda la vida tocando junto a The Hellacopters.

Ni el cambio de última hora en su formación, ni reventar el bombo en pleno concierto, ni acusar unas condiciones de sonido bastante mejorables por parte de la sala madrileña. Nada consiguió frenar la perfecta comunión de The Hellacopters con un público entregado a la causa, que recibió por igual el repaso a clásicos infalibles de todas sus etapas como Carry Me Home, Toys and Flavours  o Everything’s on T.V. como la presentación de su single más reciente, Stay With You. Así, cuando la banda lo pidió y más lo necesitaba para recuperar el ritmo perdido tras el citado incidente con la batería, el público -que hasta el momento se había mostrado emocionado, pero comedido- estalló en un éxtasis materializado en forma que arrasó con todo a su paso a lo largo de las seis últimas canciones del repertorio.

Unos últimos minutos de trance colectivo a los que teletransportaría a cualquiera para hacerle entender exactamente el efecto que produce un concierto de rock. También para explicar la capacidad de una banda de rock and roll para coleccionar hits como pocas lo han logrado en las últimas décadas y encadenar By the Grace of God, Hopeless Case of a Kid in Denial, I’m In the Band, Reap a Hurricane y (Gotta Get Some Action) Now! sin apenas descanso y firmar así un final de concierto apoteósico. Nicke Andersson se contorsiona una y otra vez como si la música le atravesara cual descarga eléctrica y alza la guitarra en un inequívoco gesto que corona un recital de rock and roll canónico como el que sirve una penúltima ronda consciente de que su público está sediento de más. La fiesta de The Hellacopters está lejos de terminar.