Las calabazas hacen botar el WiZink madrileño
Cancelaciones, cambios de fechas, United Forces Tour parecía no llegar nunca, pero como evento fin de verano no ha estado nada mal la descarga de power metal de los alemanes Helloween.
Hammerfall, cayeron como la torrencial lluvia que inundaba la capital y su último trabajo Hammer Of The Dawn presidiendo el lío. El sonido impecable, la puesta en escena, algo más discreta que la de los cabezas de cartel, la compensaron con la actitud, de grupo nórdico que les caracteriza cálida y amable de principio a fin. Set list repleto de temas que disparan la adrenalina desde el inicio, llevándose de calle todo con su épico arte.
Los suecos optimizaron su tiempo creando lazos fraternales con Brotherhood, con un Joacim alentando a los que ya llenaban la pista. Dieron un buen repaso a su carrera en la primera parte del show con temas como Any Means Necessary, The Metal Age la híper épica y bárbara, Hammer Of Dawn, temas ya clásicos como Blood Bound y Renegade, la altiva Venerate Me y la participativa Last Man Standing Me con sus efectos incluidos, fueron las elegidas antes de dar un homenaje a su posiblemente mejor trabajo Crimson Thunder.
La parte final resonó como un martillazo dentro del desbordante palacio, Joacim nos pregunta cuántas veces hemos visto a la banda y nos pide ayuda para la contundente Let The Hammer Fall, siguiéndole la imponente balada Glory To The Brave. El dinámico vocalista presenta a la banda como si de un combate de boxeo se tratara y al pronunciar el nombre del fundador, Oscar Dronjak el público se vuelca en muestras de cariño hacia el rubio guitarrista.
Alguna bandera sueca ondea en (We Make) Sweden Rock y los cuatro miembros se acercan a la pasarela, emoción y pelos de punta. Nos pregunta bromeando si preferimos un tema más o que nos cuente unos chistes, pero quedaba la mazada final, Hearts Of Fire, si dejaron la llama en todo lo alto.
Helloween fueron los que montaron esto del power metal por algo y la audiencia que les sigue, pase lo que pase, allí estaba, deseosa de recibir lo merecido, una potente descarga de clásicos, buen metal y simpatía a raudales por parte de los teutones. Cuanto poder artístico en un solo escenario, nuestros nervios estaban por la nubes y por fin se abre el telón que nos tenía en vilo y suena Skyfall el tema extenso elegido para la apertura.
Finalmente, en castellano, fue la palabra elegida por Herr Deris para darnos las buenas noches, se han hecho de rogar esta vez. Nos pide que hagamos ruido, el publico responde llevando los tímpanos al límite y esto acababa de empezar.
La batería de Dani Löble sobre la calabaza mola mil y punto. Andi Deris y su perfecto castellano hacen que todos nos sintamos como en casa. Michael Kiske es magia y espectáculo en sí mismo, y que Kai Hansen y compañía se arranquen a rasgar con sus cuerdas clásicos como Future World o Power pues es lo que tiene, un concierto más para recordar. El refrito de clásicos de la banda que se marca Herr Hansen es para enmarcarlo, se le quedaba pequeña la pasarela que coronaba el escenario en Ride The Sky.
Mucho outfit metalero clásico en la pista, camiseta de la banda y chalecos con parches. Aparte de poder, los alemanes trajeron metal, Heavy Metal (Is The Law) sonaba perfecta, como el resto, mejor el sonido desde la parte más cercana al escenario que desde atrás.
Pelos y móviles en todo lo alto con las canciones más lentas, Forever and One y How Many Tears con esas voces de siempre que siguen en buena forma, escuchar a Kiske y Andi juntos es algo digno de vivir una vez en la vida de cualquier amante del power metal.
Sascha Gerstner tuvo un andrógino momento con su solo estelar antes de Beast Time, coreada de manera impresionante. El imparable hombre a las baquetas nos dejó boquiabiertos tras Dr Stein, otra de las flipadas de la noche.
Volvieron hechos unos perfectos caballeros, Andi con americana y sombrero de copa incluído con Perfect Gentleman y acto seguido Keeper Of The Seven Key, se nos hizo de todo menos larga.
En yuxtaposición con el tema final I Want Out, de allí nadie quería salir y acabar con la maravilla de concierto que estábamos viviendo. El palacio se llenó de globos naranjas y aquello fue la fiesta que todos necesitábamos.
Caras de gozo y voces afónicas abandonando el recinto, la lluvia que nos esperaba a la salida no explotó la pompa general en forma de calabaza que nos acompañaba. Resumir cuarenta años de éxitos e historia no es fácil, apego al pasado, amor verdadero a esta música, lo que sea, pero que esto siga por siempre.