Steve Vai pone en pie al Festival de Jazz de San Javier con un derroche de talento, técnica y madurez.
El Festival de Jazz Internacional de San Javier celebra este año su vigésimo cuarta edición. El pasado viernes 15 de julio era el día de «el plato principal» de ese menú tan variado y lleno de talento que es el veterano festival de San Javier, declarado de interés turístico nacional. Hablamos de uno de los guitarristas más influyentes de la historia, el señor Steve Vai.
A las 22:30 se apagaban los focos con la puntualidad que caracteriza a todos los conciertos de este recinto. Un enorme logotipo de Vai se proyectaba en las pantallas y el cartel de «Sold Out» se colgaba en todas las puertas. Tras una breve intro, Vai hacia acto de presencia, oteando el horizonte en busca del público que abarrotaba las gradas, mientras sonaban los primeros guitarrazos que dejaban claro que íbamos a asistir a un derroche de técnica y talento con las seis cuerdas.

Avalancha, de su nuevo disco Inviolate (que también da nombre al tour 2022) era la encargada de abrir el concierto. Con sólo unos pocos acordes nos dimos cuenta de varias cosas:
La primera es que el sonido era perfecto, todo en su justa medida, pudiendo diferenciar todos los instrumentos con gran nitidez.
La segunda es que Steve Vai sigue muy en forma, pese al parón del covid y algún problema de salud que tuvo en uno de sus brazos. Y no sólo sigue en forma, sino que, como los buenos vinos, le han sentado bien los años, moderando los excesos guitarristicos abrumadores de antaño y buscando añadir más sentimiento y pausa a unos temas que serían imposibles de replicar para la mayoría de guitarristas en activo.
Estamos ante un Vai más maduro. Sin renunciar a esas técnicas y ese sonido marca de la casa, que hace que le vuele la cabeza a cualquiera que lo escuche. No es más de lo mismo, es un poco del mismo Vai de siempre, pero mucho mejor.

Giants Balls of Gold y Little Pretty completaban los tres primeros temas, cambio de guitarra incluido por un modelo más clásico que sus habituales Ibanez JEM o sus nuevos modelos PIA. Tras ellos, se producía la primera pausa del show, donde Vai aprovechaba para dirigirse al público por primera vez para «agradecer la asistencia» mientras bromeaba micrófono en mano insinuando que «con ese micrófono se sentía como Tom Jones» (movimiento de pelvis incluido) y nos contaba lo «difícil que está siendo este tour a nivel logístico (fruto de la pandemia) y como habían llegado a algunos shows «de milagro» recurriendo al uso de transporte público».

Onix, su guitarra Ibanez «PIA» negra y dorada volvía a sus manos para interpretar Tender Surrender, con una gran acogida por parte del público presente. A Vai se le ve feliz, le gusta el recinto, el sonido, parece que todo le acompaña después de una odisea de tour y eso se nota a la hora de tocar.
Lights are On evoluciona en una jam donde Vai improvisa junto al guitarrista Dave Weiner, que demuestra que sabe estar en su sitio cuando toca y que es otro monstruo de la guitarra cuando le dan rienda suelta.

La jam acaba con un solo de bajo monumental a manos del gran Philip Bynoe con la merecida ovación del respetable.

Con Building the Church, de su álbum Real Illusions: Reflections , vuelve a sus manos su JEM blanca, EVO, una de las guitarras más icónicas de la historia del rock. Ahí es cuando te das cuentas que la cosa se pone seria.
Habremos visto mil veces a Vai abusar de la palanca del trémolo hasta límites donde otras guitarras podrían partirse por la mitad, pero esta maldita EVO ni se inmuta, es maltratada al extremo y sigue afinada. Está claro que las manos del artista tienen mucho que ver en esto. Los tapping a dos manos cruzados se juntan con todo tipo de locuras que hace que te duelan los dedos de solo mirarle, y encima lo hace con tanta soltura que, por momentos, llega a resultar casi insultante.

El caso es que le ves y no parece tan difícil a ojos profanos… No le ves sufrir… Sonríe mientras toca… Hace guiños a la grada… Sus dedos van a la velocidad de la luz, con una ejecución y una limpieza que parece Paganini reencarnado pero su cara muestra paz y tranquilidad. El problema es cuando luego llegas a casa, lleno de ilusión, agarras la guitarra y haces algo vergonzoso y lamentable que acaba con esguince de meñique, dos cuerdas rotas y piensas: «claro, es que con esta guitarra no me sale»… Va a ser eso…
Llega el momento de poner algo de pausa con Greenish Blues, de su nuevo disco Inviolate, algo que todos agradecemos para intentar comprender todo lo que está ocurriendo en ese escenario, que no es poco.
Y con esto llegamos a la segunda pausa del concierto. En las pantallas se proyecta un clip de la película Crossroads (Cruce de Caminos, 1986). Una película mítica, inspirada en la historia de Robert Johnson, el legendario guitarrista considerado el inventor del blues tras vender su alma al demonio en un cruce de caminos, película en la que Vai hace un cameo histórico y muy querido por todos sus fans. Cameo que se repite sobre el escenario y que enlaza con uno de sus temas más esperados, Bad Horsie, para el que Vai decide usar a «Envy» su Ibanez PIA color verde «envidia».
El abuso de la palanca de trémolo es excelso, imitando sonidos de caballos desbocados y un repertorio de armónicos de todos los sabores y colores.

I’m Becoming vuelve a traer algo de pausa, mientras en las pantallas se presenta una recreación del proceso de gestación del ser humano, acompañando al significado de la canción, y que finaliza con una foto del pequeño Stevie Vai de niño que arranca la sonrisa del publico mientras Vai grita «Hey! ¡Ese soy yo!».
El show está llegando a su recta final y suenan Whispering a Prayer y Dyin´Day. Tras ellas llega el momento de presentar a Jermy Colson el enorme baterista que consigue llevar a toda la banda de la mano durante todo el show. Jermy es otro de esos músicos que se mantienen en segundo plano durante todo el show pero si le dices «arranca» se desata la tormenta. Y Vai le dijo «arranca» y vaya si arrancó… Un poco más y termina de reformar el auditorio él solito a golpe de baqueta… ¡Menuda bestia!

Zeus in Chains era el último de los temas de la noche de su último disco Inviolate. El público notaba que el show se iba acercando a su fin y esperaban alguno de los clásicos del guitarrista neoyorkino. Dicho y hecho, tras un breve respiro sabíamos que llegaba la hora de los temas más esperados:
Liberty, de su disco más aclamado Passion and Warfare, era el comienzo del fin. Todo un himno de la guitarra eléctrica moderna que bien podría ser el «We are the Champions» de Vai, y que, pese a ser un tema instrumental, el público tarareaba nota a nota en comunión con el guitarrista, dando lugar a uno de los momentos mágicos de la noche.

Con la piel de gallina todavía, Stevie volvió a agarrar su «micro de Tom Jones» para anunciar que en el siguiente tema iba a participar su técnico de monitores. «¿Cómo? ¿El técnico de monitores?» decía un compañero de prensa que tenia a mi lado…
¡Pues sí! resulta que el «técnico de monitores» de Vai, es español, y, además de un gran luchador de deportes de contacto, es un excelente cantante con sus bandas Northwind y Darksun, guitarrista y compositor en Last Days Of Eden y productor y técnico de sonido de Rage, Firewind, Mónica Naranjo entre otros… Hablamos de Dani Dynamita, que nos sorprendió a todos con la enorme valentía de cantar opera sobre el «tema estrella» de Vai For The Love Of God. Algo que en primer lugar podría parecer una locura, pero que, hecho con el buen gusto y clase con que se hizo, dio un resultado maravilloso y un aire fresco a un tema clásico.
Un 10 para Dani Dynamita, y otro para el publico que fue invitado a acercarse al escenario y llevó a Vai en volandas hasta el final del show.


Llega el momento de los bises y poner fin a un concierto mágico. Vai, Weiner, Bynoe y Colson vuelven al escenario, Dani vuelve a ocupar si sitio tras la mesa de sonido de monitores y suena Fire Garden Suite IV – Taurus Bulba.
Al principio hablamos de la madurez de Vai, y es al final del concierto donde más se aleja del «Rock Star Divo» de los 80 y aparece el Vai humano, cercano, se aproxima al público, arrima su guitarra a la gente para que puedan dar «palancazos» al tremolo como si supieran lo que hacen, el público grita cual adolescentes en un concierto de los Beatles, Vai disfruta con una sonrisa enorme que no puede disimular. De pronto ve un niño de pocos años en la primera fila y lo sube al escenario, le cuelga su guitarra y sigue tocando la canción mientras el chaval no es consciente de que nunca olvidará este día, al otro lado, en el foso la mirada de su padre que casi se le saltan las lágrimas. Me quedo con esta imagen del concierto que refleja la metamorfosis de Vai.
Gracias Stevie, gracias señor Vai.
