¿Por qué ya no hay grupos «como los de antes»?
– UNPOPULAR OPINION ALERT –
Si trabajas duro puedes llegar a ser Amancio Ortega, y si practicas mucho puedes ser como Freddie Mercury.
Ambas afirmaciones son mitos, aunque en el segundo caso quizá más «elaborado» o romántico, y con una mitificación más centrada en la propia persona y no tanto en el proceso. De cualquier modo, se pueden establecer muchos paralelismos entre ellas.
Las dos se alimentan de los mismos principios psicológicos que operan en la naturaleza humana (occidental, principalmente), tanto a nivel individual como colectivo, que son muchos.
El primero sería que no hay mejor ciego que el que no quiere ver, o, dicho de otra manera, hay cosas que queremos creer y otras no, independientemente de los hechos. Es un mecanismo parecido al que opera en la fe religiosa, y actualmente incluso en las llamadas «fake news». Sea como sea, es algo que se puede manipular y construir, y hay gente que lo sabe muy bien.
¿Cómo se construye, pues, una fe ciega en alguien o algo? De nuevo existen varias posibilidades, pero la principal sería mediante el establecimiento de vínculos emocionales. Esto es de primero de propaganda: el único capaz de hacer bypass al cerebro es el corazón, o los instintos más primarios.
En el caso del amigo Amancio quizá sea un poco más complicado, aunque ahí están la envidia y la búsqueda de líderes y referentes vitales (qué pensaría Freud de todo esto). En el tema musical, es como quitarle un caramelo a un niño: la música es, principalmente, emociones. Y ya si le añades un mensaje político o de actitud ante la vida pues qué más quieres. La tormenta perfecta.
Sin embargo, no basta con esto. Puedes tener estos ingredientes y que nadie te haga ni caso. Ya lo describía Pratchett con maestría en Dioses Menores. ¿Qué más se necesita, pues? El combustible para llegar lejos: marketing.
Aquí entran otros principios como el de la presión social. Si a todo el mundo le gusta lo nuevo de Pepito, mucha gente se siente rara si no lo escucha o lo baila cuando lo ponen en el club (qué tiempos aquellos). Esto ha sido explotado hasta la náusea por canciones del verano, despacitos con bailecito tonto incluido y similares.
Y, ¿cómo se consigue esta presión social? Pues a base de talonario, me temo. Bombardeando la canción a todas horas por todas partes. Pero las televisiones y las radios no pinchan las canciones porque Freddie Mercury cante como Dios (que cantaba). No son ONG´s, los reyes son los padres.
Por tanto, y centrándonos ya más en el tema puramente musical: no es que de los 60 a los 90 los niños tomaran más Colacao (aka LSD, aunque eso da para otro artículo) y fueran más talentosos. Es que existía todo un conglomerado empresarial a su alrededor que permitía que algunos llegaran a ser mitos. Tirando de topicazo, Messi no estaría ahí sin La Masía. Con la irrupción de internet, desapareció toda la «cantera». Salas de referencia, ojeadores/cazatalentos, anticipos por parte de las discográficas… todo eso ya hace muchos años que suena a película de Disney.
Pero no sólo la cantera se ha visto mermada. También «el primer equipo», siguiendo con el símil futbolístico. Sí, las discográficas eran puros negocios que, a nivel ético, alcanzaban la categoría de «abyectos» en muchos casos (como cualquier otra gran empresa, por otra parte). Pero, precisamente por esto, fueron las primeras en abandonar el barco cuando bajaron los ingresos. Ya lo predijo el bueno de Zappa, como los Simpsons.
Por tanto sin Masía ni Barça pues no hay Messi, lamento comunicar. Por muy bien que juegue y mucho talento que tenga. Sin pasta de por medio, en otras palabras. Conoces a Nirvana porque te lo ponían en la radio y en la tele a todas horas, no porque Cobain fuera un genio. Que lo era, insisto. Una cosa no quita la otra.
Porque el talento es un poco 50/50: existe una parte innata pero luego hay que desarrollarla. Y, lógicamente, alguien que tiene un «mecenas» (sí, con ánimo de lucro) y se puede dedicar las 24 horas a ello tiene muchas más probabilidades de sobresalir que otro que tiene que estar 8 horas currando para pagar las facturas.
Nadie dice que hay que pagar para ser Top 1 en la radio o para incluir tu canción en la playlist de moda de Spotify.
Lo que no deja de ser gracioso, sin embargo, es que una cosa tan de sentido común siga sin comprenderse aún a día de hoy. Resulta francamente asombroso como siguen perviviendo mitos construidos artificialmente hace 40 o 50 años, y como permanecen en pie todavía viviendo de las rentas de la promoción pasada, pese a haberse cortado el grifo de la misma hace dos décadas. Hay que reconocerles el mérito: se encargaron de hacer el proceso lo más invisible posible. Forma parte del juego, lo hace más creíble. Nadie dice que hay que pagar para ser Top 1 en la radio o para incluir tu canción en la playlist de moda de Spotify. Ni que las primeras fans «histéricas» de Sinatra o los Beatles (la primera boyband de la Historia, por mucho que tocaran y compusieran ellos) habían sido contratadas para chillar y desmayarse.
En la actualidad seguimos encontrando algún ejemplo de esto, aunque de manera más puntual y adaptada a los nuevos medios. Es el caso de Rosalía, por ejemplo, que pasó de la noche a la mañana a aparecer hasta en la sopa. En esta ocasión se emplearon otras técnicas como recurrir a afamados Youtubers especializados en analizar música, y de repente lo que era una producción elaborada a nivel de teoría musical pasó a ser colaboraciones con estrellas del trap más burdo. Una vez más, una técnica sutil, que en cualquier caso es un win-win para ambos: unos aprovechan el tirón del hype y los otros suman promoción gratuita (o no tan gratuita).
En resumen, hay cientos de trillones de potenciales Cobains y Mercurys y Morrisons ahí fuera. Vale, igual no tantos, pero unos cuantos seguro que sí. Y, si no están en la cima, no es por falta de talento ni porque se alinearan los planetas en 1970. Aunque así te lo quieran vender.
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