Joe Satriani – The Elephants of Mars
Hablar de Joe Satriani no sólo implica referirse a uno de los mayores iconos de la guitarra, un estandarte de la generación “Guitar Hero” que comenzó a fraguarse en los ochenta. Es también el ejemplo vivo de cómo el talento de un músico puede romper todas sus etiquetas previas.
Cautivarnos con interminables fraseos, propios del género “Shred”, como pasearse por las más sencillas y sugerentes melodías, sacando la bandera del menos es más y tirando por tierra la esencia de dicho estilo. En The Elephants of Mars desata su lado más clásico y reconocible; galáctico, triposo, sensual…
Prima, una vez más, la composición sobre el lucimiento, el sentimiento sobre la vanidad. La variedad de estilos, texturas y ambientes desplegados a lo largo del album parece ilimitada, maridando todo a la perfección en el universo Satriani. Hace que no eches en falta un cantante solista, algo tremendamente habitual en los discos instrumentales. Incluso siendo guitarrista, se suele hacer insufrible un trabajo de más de treinta minutos. Con Joe no pasa eso.
Hipnóticos riffs sobre un desierto marciano en Sahara, acompañados de su demoledor uso de la palanca de trémolo. El tema homónimo cabalga sobre un enorme groove de batería; va de la electrónica al heavy y pasa por el Funk.
La bellísima Faceless es lo más destacado del album; con una incontestable y soberbia melodía llena de melancolía, a la altura de sus mejores baladas. Dance of Spores es la otra gran cumbre; atractiva y extraña al mismo tiempo, plagada de elementos disonantes e inquietantes que desembocan en un estribillo “satrianísimo” con las reminiscencias de un Vals y orquestaciones perfectamente ensambladas.
Night Scene nos arrastra por una amalgama de sintetizadores sazonados con solos jazzisticos de teclado y dejes Down Tempo. Muy remarcable es también el corte de cierre Desolation, con sus guiños neoclásicos y un cierto aire a lo Brian May, lleno de exquisitos acoples.
Como curiosidad final haré mención a la polémica suscitada en las redes a raíz de unas declaraciones de Satch en las que asegura haber grabado la integridad del album no con amplificadores reales sino con simulaciones digitales. Esto no puede hacer sino recordarnos lo importante que es el indio antes que las flechas y cómo, definitivamente, ha de anteponerse siempre la inventiva y la inspiración a cualquier consideración técnica.