1984 resultó ser un año prolífico en cuanto a publicaciones de discos y apariciones de bandas nuevas en el panorama del rock y del heavy metal patrio. Si bien, tras las condenas de la opinión pública a los festivales y conciertos realizados en la década de los 70, todo ello apoyado por unos medios de comunicación todavía controlados por el régimen dictatorial franquista de la época, con la llegada de la democracia esa opinión se hace más comprensiva con aquellos jóvenes melenudos que han cambiado los pantalones de pana de pata ancha por los vaqueros ajustados. La prensa escrita realiza crónicas de conciertos en sus páginas culturales, en la televisión aparecen grandes estrellas internacionales haciendo sonar su música, y los vecinos ya no miran tan de reojo a la juventud macarra cargados de tachuelas de la época.

Aunque con la llegada del PSOE al gobierno se frenó la evolución ascendente en cuanto a celebración de festivales y conciertos de rock y heavy metal, en la sociedad ya había dejado su impronta la cultura del “rollo”, la parte más dura del panorama musical, la generación de la deseada apertura social y cultural que solicitaba este país. De esta forma, entre los días 28 y 29 de enero de 1984 se celebró la III Gran Fiesta de 24 horas de música y radio organizado por el programa “Tiempo de Universidad” dirigido por Fernando Segundo de Radio Nacional de España (RNE).

El concierto contó con todo el apoyo institucional habido y por haber del espectro político, como las Direcciones Generales de Cultura y de Juventud de la Comunidad Autónoma de Madrid, las Concejalías de Cultura y de Juventud del Ayuntamiento de Madrid, los Ministerios de Cultura y de Educación y Ciencia, las Universidades Complutense, Autónoma, Politécnica, de Alcalá de Henares y la UNED, y la Sociedad General de Autores. Además, la cobertura informativa y divulgativa del acontecimiento correría a cuenta de RNE, más concretamente de Radio 3 que lo retransmitiría de manera íntegra, y de Radio 1 que lo haría parcialmente, dejándose de emitir así otros programas radiofónicos de su parrilla. Televisión Española se encargaría de emitir el evento por su segunda cadena, emitiendo durante la madrugada incluso (sí, antes se cortaba la emisión televisiva durante la noche más profunda).

Con todo este frente de cara para la celebración del patrón de los estudiantes, el día de Santo Tomás de Aquino desde las 12 del mediodía se contó con 52 grupos y cantantes representativos de todos los estilos musicales que estaban en la palestra nacional, divididos en actuaciones de media hora cada una. Comenzando con la Orquesta Piraña para amenizar con ritmo y alegría la génesis de una jornada maratoniana, pasando por la música de cantautor con Joan Isaac, Pere Tapias, José Antonio Labordeta, Pablo Guerrero, Noel Soto, Pulgarcito, Joaquín Sabina, el folk más profundo de Hato de Foces, la sátira de Puturrú de Fuá, el jazz de Celesta, Arco Iris y Carlos Noel, el rockabilly de Loquillo y Juanma el Terrible, o por representantes de la movida madrileña como Alaska, Gabinete Caligari y Polansky y el ardor, entre otros.

Como siempre, las actuaciones más esperadas fueron las más roqueras con grupos como Medina Azahara, Eduardo Bort o Teddy Bautista. Reseñables fueron las actuaciones de Burning o Barricada. Durante la media hora de los madrileños se pudo ver a un Pepe Risi roto por la salida de Toño Martín del grupo y el reciente fallecimiento de su amiga Cristina diez días antes, llegando a quebrar su voz e incluso a derramar alguna lágrima de sincera nostalgia. Por el contrario, la actuación de los navarros fue tan memorable que los catapultó al escenario musical a nivel estatal.

Una de las anécdotas del concierto fue cuando el alcalde de Madrid por aquel entonces, se dirigió al público con el famoso “¡Roqueros, el que no esté colocado que se coloque, y al loro!”. Esta frase parca en palabras sintoniza con el deseo de hacer de Madrid una ciudad moderna y joven, acorde con los tiempos que corrían a mitad de los 80. Pero este mismo hecho fue el que provocó un acontecimiento clave en la historia del rock de nuestro país. En un afán por acercarse a la juventud de la época, el concierto era gratuito, lo que provocó que más de dos mil personas se quedaran fuera del Palacio de los Deportes donde se celebraba el espectáculo a la hora de las actuaciones más cañeras. La tensión hizo que la policía cargara contra el tumulto que quería acceder al recinto, provocando enfrentamientos en la calle. Tres llamadas telefónicas alertando de una posible amenaza de bomba (era 1984, ETA y el GRAPO actuaban sin discriminación alguna) provocaron que a las dos y media de la madrugada se desalojara el recinto. Sorprendentemente se decidió que sobre las cinco se retomaran las actuaciones, pero a puerta cerrada, para que así se pudiera seguir con la retransmisión televisiva y radiofónica del evento.

Era el turno del rock más duro y del heavy metal, pero el hermanamiento de los grupos y el deseo de erradicar la correlación entre rock y violencia, hicieron que las bandas que quedaban por tocar se negaran a hacerlo solidariamente. Al final, algunos de los grupos sí salieron a actuar ante la perplejidad de mucha gente. Pero el daño ya estaba hecho, lo acontecido esa noche marcó a la escena musical del heavy metal en forma de descenso de contrataciones y desaparición en los medios de comunicación. Comenzaba una larga travesía en el desierto para la parte más dura y oscura de la música nacional.