Reseña: My Dying Bride – A Mortal Binding

Reseña: My Dying Bride – A Mortal Binding

En abril de este año My Dying Bride, máximo exponente del Doom Death, sacan a la luz A Mortal Binding donde de nuevo se encargan de poner sonido a la miseria de la humanidad con la elegancia y sofisticación que les caracteriza.

A pesar de albergar únicamente 7 cortes, parece que consiguen más que de sobra, exponer en sus casi 55 minutos de duración, su universo lúgubre y refinado. Muestran en él claras intenciones de avanzar y evolucionar, sin perder un ápice de su esencia oscura y ponzoñosa, rodeada meticulosamente de esas atmósferas góticas y victorianas tan características de la banda británica.

Aún recuerdo la primera vez que me fijé en ellos, en algún momento de la década de los 2000. El hachazo fue instantáneo. No pude sino rendirme a aquellas melodías tétricas y decadentes, sin complejos ni ataduras de género, sin pretensiones a pesar de su grandilocuente sonido, sin querer aparentar pertenecer a un estilo actual o más “brutal”, sin querer parecerse o simular a nadie. Crudos y pesados, pero lentos y desgarradores, deliberadamente delicados. Intercalando las melodías de la profunda y preciosa voz de Aaron Sainthorpe con sus guturales cuidadosamente seleccionados para cada ocasión. Nada está colocado al azar en cada corte que nos presenta esta banda a lo largo de su extensa discografía. Todo está mirado al milímetro y al detalle.

Con este A Mortal Binding, me es imposible no mirar atrás, y rememorar aquéllos maravillosos trabajos con los que me encandilaron y se ganaron el primer puesto en el género, con su sangrante sonido que no sabe de épocas ni de momentos, eterno a la par que moribundo.

Parece que no cejan en su empeño de componer esas melodías oscilantes y casi contradictorias, pero con coherencia. Enalteciendo el estilo de la casa, que gusta de usar instrumentos con afinaciones bajísimas, percusiones pesadas y cambiantes, y lóbregas atmósferas oníricas que nos sumen en el sueño angustioso de la noche eterna y fría de su sonido.

Nos dan la bienvenida con Her Dominion, de forma cruda, sin concesiones, directo y sin clemencia. Con ese comienzo ya podemos hacernos a la idea de lo que el álbum quiere mostrarnos. En este tema, Aaron no muestra su canto melódico, sólo su gutural, siendo dulcificado este corte únicamente por las melodías del violín de Shaun MacGowan (violín y teclados).

Thornwyck Hymn está, según yo creo, destinada a convertirse en, efectivamente, todo un himno. Su doble bombo la hacen lo suficientemente atractiva para no querer parar de escucharla, pero sus cambios de ritmo y reveses le dan esa calidez mórbida que hace que queramos hundirnos en sus retorcidas aguas tal y como reza su letra.

“The twisted waters are where I will be

The sisters calling from deep in the sea

The twisted waters, they call out my name

I will swim with them, but they’re not to blame.”

 

The 2nd of Three Bells, hace su entrada cautelosa, dulce y quejumbrosa para de nuevo devolvernos a la refinada y brutal frialdad de su universo. Otro tema en el que nos muestran que saben muy bien hacer gala de esos cambios de ritmo y de esas letras en las que la muerte, el amor y la desesperación siempre están presentes.

“Come aloud, the final toll

Seeding liars into the world

With cold hands, I raise you up to my lips

As lovers die”

 

Unthroned Creed se alza altanera y orgullosa, para de nuevo abandonarnos en la cadencia de su descenso a los infiernos. The Apocalyptist hará acto de presencia dulcemente con su evocador violín, para en un instante volverse agresiva, belicosa y cambiante, como no puede ser de otro modo.

La preciosa A Starving Heart, nos muestra el grado de sutileza y de mimo con el que pueden desarrollar una composición así. A pesar de sus casi 7 minutos y medio, casi no se percata uno de su duración, gracias a la atmósfera en la que te envuelve, en la que ni el tiempo ni el espacio parecen existir. De nuevo nos sorprenden con una preciosa letra en la que horror y belleza comparten como siempre su correspondiente protagonismo indiscutible.

Se despiden con Crushed Ember en el que los instrumentos parecen interpretar un oscuro réquiem. La letra se asemeja a una lúgubre elegía funeral, que entre momentos melódicos y guturales nos hunde más en este brumoso A Mortal Binding, despidiéndose como el que se despide de un moribundo.

Con este nuevo álbum, no parecen haber modificado ni un ápice sus intenciones de seguir engendrando y pariendo esas melodías góticas y agonizantes que intercalan con momentos de amarga pesadez. Supongo que algunos, quizá más instruidos que yo en el arte musical, podrán asegurar que es una banda que no evoluciona, que ha quedado obsoleta y carente de recursos. Pero para la que escribe, y estoy segura que habrá quien comparta mi humilde opinión, la evolución queda patente y más que demostrada. Que hayan abandonado la experimentación no quiere decir que no hayan avanzado en su cenagoso camino musical. Es de agradecer, según yo creo, que una banda quiera mantenerse firme e inamovible en su decisión de continuar con su sonido único y atemporal.

Un nuevo episodio en su sombría ascensión como banda, que lejos de pretensiones y experimentaciones, no hace sino reafirmar y consolidar su estandarte de oscuridad que permanece inmutable al paso del tiempo.