Ayer hacía un frío intenso en Madrid, las calles desangeladas, coches perdidos sin rumbo, algún paseante encogido. A lo lejos resonaban las campanas, tañidos arrastrados por el gélido viento. Música para dar guía a las almas. Llamada para los feligreses. Hora de la homilía en Sala Nazca.

21:30, puntuales suben al escenario las figuras encapuchadas, con gestos piden silencio, que los congregados se acerquen al altar para sentir el mensaje, cimbreándose, se preparan para lanzar su mensaje.

ACT II – Resvrectionem comienza, oigo los primeros punteos, entra la batería, se suman bajo y segunda guitarra, me sube el ritmo cardiaco, cambio el peso de pierna a pierna, con la cámara en la mano y el ojo metido en el visor comienza mi trance… puedo explicar lo que me recorre desde mi creencia por el metal y mi enfoque individual, la pasión por esta banda que es versión original de mis tristezas, alegrías, melancolías y sueños. Puedo considerarlo como una experiencia espiritual profunda y una conexión directa con lo divino, el metal. Creo que durante este estado, soltando ráfagas al ritmo de la música, soy más receptivo a la presencia y la guía de Dios y estas cuatro entidades espirituales.

Caridad: De un crecimiento a la altura de las composiciones más curradas de la banda tomo cada nota como la repetición de oraciones, cantos y rituales, me inducen a un estado de meditación, no paro de trazar composiciones, mirar qué llama mi atención. En este estado, calmo la mente y me enfoco en la experiencia, generando una sensación de trascendencia y bienestar. Sensación multiplicada por el ambiente de la sala que ya es solo una suma de energías entregadas.

Y nostalgia: La música como palabras y la atmósfera de la sala combinadas generan en mi una respuesta emocional intensa ya no puedo dejar de agitar la cabeza y me contengo para no saltar y sacudirme todo lo que me pesa del día a día. El trance es una forma de liberar o procesar esas emociones. Con este tema paso por el llanto, la risa, para descubrirme inmerso en movimientos corporales involuntarios.

ACT I Crvcis: Desatado y entregado al más sudoroso de los estados me golpeo y salta en el pogo, llevamos las manos al aire, gritamos y guardamos silencio cuando se nos manda.

Esperanza: Gozo en mi interior y me siento lleno de amor y paz, una experiencia reconfortante y tranquilizadora, brindando un sentido de seguridad y protección.

Se produce una pausa, nos sentimos golpeamos por la realidad, esto parece llegar a su fin, gritamos a las cuatro figuras al unísono para que vuelvan: «Queremos ir a misa», «Queremos ir a misa», «Queremos ir a misa».

Es importante destacar que el trance durante la homilía es una experiencia subjetiva y puede variar de persona a persona. Además, es fundamental respetar y comprender las diferentes formas en que las personas viven y expresan su fe.

De euforia nos elevamos todos entre la alegría y el gozo interior. La música nos llena el corazón de felicidad y gratitud, generando una sensación de plenitud y satisfacción total.

Lucas I, la conexión y propósito común, sensación de pertenencia, sentirse todos juntos empapados por la contundencia de las composiciones nos brinda una sensación de conexión y pertenencia, alboroto generalizado, inhibición y desahogo. El crecimiento de este temas es aplastante y los giros tan contundentes y profundos que estallan en el pecho, imposible no sentirse pleno al formar parte del propósito y significado, todos en sintonía.

I ·Because evident is God’s wrath from heaven against all impiety and injustice of men, that they stop the truth with injustice: cuando entras en el juego que se propone hay inspiración y guía, estar cerca de la música, casi palparla, puede despertar una sensación de inspiración y creatividad que hace inolvidable el concierto, has formado parte de el espectáculo. Se lanza cerveza al aire, se desata el personal, incontrolable en su trance.

El que es bueno… humildad y reverencia, la cercanía de una sala puede llevar a una profunda humildad y reverencia. Reconocer la grandeza y el poder de la música puede generar un sentido de asombro y respeto, reconociendo nuestra propia pequeñez y grandeza de los artistas.

En resumen, la cercanía con la música promete un camino hacia la plenitud espiritual y felicidad, una conexión profunda entre los presentes y con la banda, algo que trasciende los límites de lo terrenal. Os invitándonos a explorar la discografía de la banda y por supuesto experimentar la grandeza de su directo en futuras homilías.

Es importante tener en cuenta que estas experiencias son subjetivas y pueden variar según las creencias y la relación personal de cada individuo con la música.